ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO VI – N° 263.-
Es interesante cómo, en medio de la polarización presente en cualquier tema y que se ha convertido casi que, en la forma normal, por no decir radical, de analizar cualquier tema, las discusiones tienden a zanjarse apelando a, “las mayorías”. Piensan, votaron, me dieron el mandato, son el poder supremo, etc. Quien cree tener la verdad, apela a la figura de, “la mayoría…” (incluyéndose como parte de esa mayoría), “pensamos”, y tenemos la razón sobre el tema en discusión.
Detrás en la mente está, el aparente culto generalizado a la “democracia”. Pocos en el mundo se atreven a declarar que no son “demócratas”.
Aparentemente todos creemos en el poder del pueblo (Demos y Kratos de los antiguos griegos) como forma de gobernar.
El atractivo popular de la idea de la democracia se soporta en dos principios fundamentales:
.-La idea de igualdad. Como el hecho que todos deben tener la oportunidad de influir en las decisiones que afectan a las personas de la sociedad y
.-La idea de la autonomía individual. Nadie debe estar sometido a reglas impuestas por otros, sin su participación.
Estos principios deben estar presentes en la forma de operar de la democracia. A diferencia de la antigua Grecia, donde no participaban todos, pero quienes votaban lo hacían a título propio, las democracias de hoy en día deben adoptar la representatividad como mecanismo para tomar decisiones y reglar el funcionamiento. Las sociedades eligen sus representantes, para legislar y ejecutar. El reto entonces es lograr la participación en la elección de los representantes (que cada uno ejerza su derecho) y que esa representatividad cubra las minorías.
Las diferentes formas de lograr la representatividad de los miembros de las sociedades, es lo que hace a las democracias, diferentes.
No hay democracia “standard”, a pesar de la tentación de hablar del “poder de las mayorías”, que “el pueblo no se equivoca”, que “hago lo que el pueblo diga” y otras expresiones populistas que tienden a lograr la imposición del “representante mesiánico” y su voluntad.
Los intereses de las minorías, así como los de las mayorías, deben ser considerados en cualquier sistema democrático y por lo tanto, reforzado por un mecanismo jurídico eficaz, cualquiera que sea la voluntad de la mayoría.
En la anterior ecuación hay un factor que se hace cada vez más importante, pero que pudiera pasarse por alto si no se resalta. Para la elección de representantes, responsables por la definición y adopción de normas y la ejecución de acciones en representación de los miembros de las comunidades y supuestamente, para el beneficio de sus representados, es muy importante el nivel de conocimiento que posean. Especialmente el asociado a los tópicos en que debe ejercer plenamente la representación de quienes lo eligen.
Hasta ahora, ha existido una preocupación razonable que las minorías no sean bien representadas a la hora de lograrse las “mayorías del pueblo” y como mecanismo para lograr ese entendimiento de las comunidades, se busca que efectivamente los representantes conozcan de las necesidades de las comunidades, mediante la utilización de regiones, estados o departamentos según el país.
A primera vista, la democracia en Latinoamérica está caracterizada, al menos a nivel institucional (teóricamente ideal), por mecanismos que refuercen la selección de candidatos orientados a la administración de recursos para lograr la mejor distribución posible del gasto. La formación en administración de recursos se ha convertido en un pilar fundamental para lograr lo mejor de los recursos de que se dispone. Bajo esta orientación los funcionarios públicos, aquellos que han sido escogidos por las comunidades, directa o indirectamente, como sus representantes, deben transmitir a sus seleccionadores la tranquilidad que van a “gastar” adecuadamente el dinero puesto a su disposición para la región, y en el caso de legisladores van a generar propuestas beneficiosas para sus regiones. Para ello se les solicita (Requisitos del cargo) credenciales que permitan formarse una idea de su capacidad como “administradores públicos”. Derivado de lo anterior en la evaluación periódica del desempeño de entidades públicas, un indicador que se ha convertido en muy importante es el porcentaje de ejecución del presupuesto. Un funcionario que en un periodo determinado no ha gastado el presupuesto asignado, se concluye que es un funcionario que no ha hecho su trabajo bien.
En contraste, en los emprendimientos privados, donde el responsable de la empresa debe responder a sus accionistas y su asamblea, por los resultados, ¿Como se miden? ¿En dinero gastado? O.. ¿En rentabilidad de la inversión? ¿En beneficios? ¿En sostenibilidad del negocio?
Todos hemos escuchado en cualquier presentación de resultados empresa, cómo se ilustra y premia adecuadamente el “hacer más con menos”
Partiendo de la base que una sociedad para hacerse sostenible cubriendo sus necesidades debe ser productiva, parece una falencia no darles un peso específico formal a los resultados asociados a productividad cuando se trata de la administración de los recursos públicos.
Nadie puede negar que tanto la legislación como la ejecución, y la administración en un país deben concertarse para hacerlo productivo y competitivo en el concurso mundial.
¿Es utópico pensar en tratar la administración de los recursos públicos como negocio?
No solo es no dilapidar los recursos aportados por los representados, es hacer rentable el capital de los recaudos de los accionistas del país: Los ciudadanos.
¿No sería ideal que esos representantes designados, no solo muestren su capacidad de “gastar” el presupuesto asignado, sino de lograr hacer más productivos esos recursos?
¿Es utópico pretender que los ciudadanos sean tratados como los accionistas de un país y puedan pedir resultados no solo de que sus recursos no son malversados, sino que son utilizados rentablemente y hacen a su empresa (el país) más competitivo y por ende sostenible en el tiempo?
¿Es utópico exigir a los representantes que muestren resultados positivos (mayor productividad, hacer más con menos, mejor rentabilidad de capital) cuando van a ser electos o designados como representantes de los miembros de la sociedad en una democracia?
¿Los aportes de esfuerzo en forma de impuestos u aportes voluntarios no deberían de ser dignos de una rentabilidad adecuada, más allá de que no los despilfarren o se repartan en acuerdos subrepticios impresentables?
Hoy, ¿cuál es la carrera que se le ofrece en nuestra región a representantes de la sociedad y servidores públicos si son exitosos?
¿Hasta qué punto se está ofreciendo oportunidades honestas de progreso a esos representantes cuando invierten en una campaña 2 o 3 veces el total de lo que sería su salario si es electo? ¿Poner más presupuesto a su disposición simplemente para que los gasten sin verse involucrados en escándalos de corrupción? U… ¿ofrecerles incentivos como participación por lograr hacer más con menos?
Con el avance tecnológico acelerado, parece haber llegado el momento en que los representantes de las asociaciones productivas, de los consumidores, de la tecnología, de la academia, de la fuerza laboral organizada, se hagan presentes y aporten su experiencia y conocimiento directo en forma transversal en los órganos decisorios, donde puedan generar legislación y proyectos en una acción concertada que logre lo mejor para el país. El país es más que la suma de regiones. Es el resultado aumentado de la suma de esfuerzos.
No le hace ningún bien a la cadena productiva de abastecimiento y generación de riqueza de un país, que una región no desarrolle y pueda aportar su infraestructura por motivos ajenos al objetivo común de desarrollo, crecimiento y bienestar. Donde aún se pretenda enfrentar capital y trabajo en un desgaste estéril que solo causa pérdidas de oportunidades sin premiar el conocimiento, la experiencia y el esfuerzo.
Distribuir riqueza antes de generarla, es una apuesta al fracaso. Especialmente con la velocidad de desarrollo de nuevas herramientas de producción, en el mundo en el que no podemos evadir estar enmarcados, y donde la inteligencia artificial (AI) ya empezó a eliminar millones de puestos formales de trabajo, castigando aquellas cadenas de abastecimiento que no se adapten al nuevo conocimiento.
El tiempo se acaba, el mundo avanza, la tecnología aplicada a nuevas herramientas para mejorar la productividad no espera.
Como en cualquier mundial, las eliminatorias regionales dejarán en el camino, muchos aspirantes que no clasifican. LAS MAYORIAS QUE NO CALIFICAN. ¿Dónde queremos estar?
Álvaro Ramírez
Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan. Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.