EL CANDIL – AÑO III – N° 113
¡¿Dios!… ¿Qué hemos hecho de la naturaleza, de la familia, del bien común?. Con la mano en el corazón, cuestionemos nuestras vidas… a ver si de una vez entendemos: ¿Pa’que nacemos?… ¿pa´comer de limosna? ¿Pa’qué nos bautizamos?… ¿sólo pa´pertenecer a una religión y olvidarnos del hermano? ¿Pa’que estudiamos?… ¿pa´un título? ¿Pa’que votamos? ¿pa´sostener a una dictadura? ¡¿Pa’qué vivimos!? ¿sólo pa´morir?
Reflexión. El evangelio de hoy habla del cumplimiento y fin de la gestión de Jesús… ¡Misión cumplida! Debe volver a su lugar de origen: al lado del Padre que lo envió. Sin embargo, no deja desamparados a sus discípulos.
Todos tenemos a alguien a quien llorar, que al recordarlo nos llenamos de nostalgia. A alguien que compartió con nosotros un pedazo de su vida… una madre, padre… un ser querido. Lo seguimos amando pero ya no lo vemos. Porque la muerte puede romper todo y arrasar con la vida biológica, pero no con el cariño… el amor es eterno. Seguimos amando a ese ser difunto pero no verlo, ni oírlo, ni tocarlo. Esto duele… ¡y mucho! San Agustín explica este sentimiento de abandono que invadía a los discípulos, así: “Les daba miedo el pensamiento de perder la presencia visible de Jesús… Su afecto humano se entristecía al pensar que sus ojos no experimentarían más el consuelo de verlo”.
Cuando él dijo a sus discípulos: “Me voy ya al que me envió y ninguno de ustedes me pregunta: “¿A dónde vas?”. Ellos no preguntaron, porque no lo entendieron… tampoco nosotros. Leyendo este trozo del evangelio me acordé de unos niños que se preparaban para hacer la Primera Comunión. Dentro del contexto de la catequesis, les pregunté:
-¿Cómo se escribe “hoy”… con “h” o sin “h”?
-¡Con “h”!… -dijo uno de los niños, después de unos segundos de reflexión.
-¡Ajá! -dije en señal de aprobación. Y les hice otra pregunta-. ¿Y cómo se escribe “Ayer”?… ¿con “h”, o sin
“h”?
-¡Sin “h”!… -dijo otro educando.
-Muy bien -les dije-. Ahora les pregunto… Si “hoy” se escribe con “h”, por qué “ayer” se escribía sin “h”? ¿Por qué cambió de un día para otro?… Ayer era sin “h”, y hoy es con “h”… ¿Qué pasó ahí? -se veían las caras, luego una de las niñas se me acercó y dijo enfática: “Padre, ¡es que usted no entiende!”.
Luego de que Jesús dijo “Sin embargo, es cierto lo que les digo: les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador; en cambio, si me voy, yo se los enviaré”. Los discípulos preguntaron: “¿Quién es el Consolador?”. Jesús les diría, tal cual la niña en el catecismo: “Discípulos míos, ¡es que ustedes no entienden!”.
Pero luego entenderían. Pues, se irá visiblemente pero no habrá cambios en la situación interior de ellos porque la relación con Jesús no se acaba… está dentro de cada uno. El amor nunca muere. Mientras tanto, algunos discípulos no consiguen comprender qué significa esta ausencia.
En el evangelio de hoy aprendí… Para medir el tiempo que nos toca sufrir en este mundo, no veamos el calendario. Pensemos, más bien, en las promesas de Jesús: “Cuando el Espíritu Santo venga establecerá la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de justicia y de juicio… el príncipe de este mundo ya está condenado”.
Pensamiento del día… Vamos a pasar por esta vida… ¡una sola vez!. Como dice la canción: “Después de esta vida no hay otra oportunidad”… terrenal.
Tarea para la casa… Analízate si en tu vida llevas arrastrando un “hayer” y viviendo un “oy” con resabio a un tiempo pasado. Vive tu hoy con “h” y, de vez en cuando, recuerda el ayer sin “h”. Y vive el mañana con “e” de esperanza y sabor de bienaventuranza de Jesús: “¡Felices los que lloran porque reirán”.
“Padre, ¡es que usted no entiende!”. ¡Ju!… Boquiabierta. En honor a la Virgen María, entre hoy y mañana, grábate los cinco nombres de los misterios luminosos, que tocarían los jueves.
Los Teques – Estado Miranda – Venezuela