ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO IV – N° 174.-
Las recientes crisis políticas, económicas y sociales que vienen aconteciendo en aquellos países que viraron hacia la propuesta socialista/progresista, han dejado en evidencia el muy llamativo criterio moral de sus defensores quienes ni se inmutan con los desastres de sus representantes, pero que ante el primer atisbo de corrupción y fracaso de algún antecesor que no sea de su facción, no demoraban en incendiar las calles y copar todos los medios para denunciar «lo malos que son los «neoliberales/imperialistas/capitalistas», entre otros adjetivos típicos en sus discursos de manual.
Cuando se habla sobre la moralidad, se hace referencia a la distinción entre lo que es bueno y lo que es malo, para lo cual tiene que haber un criterio de partida. En ese sentido, lo moral es aquello que resulta beneficioso para la vida, siendo inmoral lo que la perjudica. En este contexto, la vida humana es el criterio de valor, de lo cual se infiere que cualquier forma de daño que se ocasione a una persona, sea que se trate de uno mismo o de otros, siempre estará mal, es decir, que es inmoral. De esto se concluye en que la moralidad no puede ser manifestada de manera caprichosa, motivada por deseos pasajeros del momento ni por cualquier pensamiento irracional, sino única y exclusivamente con base en el criterio de valor que es la vida.
En tal sentido, cualquier excusa que se esgrima para hacerse de la vista gorda y hacer voto de silencio ante el desastre que ocasionan las ideas a las cuales uno adhiere, no cambiará el hecho de que tal actitud sea inexorablemente pusilánime y profundamente hipócrita, convirtiéndose así en cómplices del caos generado y la podredumbre moral generalizada que hace padecer a millones.