ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 239.-
Frecuentemente escuchamos de políticos y analistas, refiriéndose a alguna situación sobre la administración del estado o el comportamiento de una comunidad, una frase que reconozco ignorar quien la acuñó: El pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. También es ya común escuchar, “Los pueblos tienen poca memoria”, a propósito de la tendencia a repetir situaciones del pasado de ingrata recordación, al menos para quien emite la opinión. En esa línea, son reconocidos por su valor e intencionalidad los museos que mantienen viva la memoria sobre hechos lamentables acerca de los cuales las sociedades y en muchos casos la humanidad completa, trata de mantener latente el arrepentimiento.
A esta tendencia se está tratando de anteponer, por parte de actitudes supuestamente de avanzada, la necesidad de despojarse de malos episodios, para hacer posible moverse aceleradamente hacia el futuro. Se han introducido frases como, “no se puede manejar mirando siempre, solo el espejo retrovisor” u otra pretendidamente más conceptual y moderna aún: “debemos despojarnos de cargas (atavismos, prejuicios, juicios o culpables) si queremos progresar rápidamente.
Creo que también es conocido cómo, dependiendo de los intereses circunstanciales, un grupo fácilmente puede adoptar una posición y al cambiar las circunstancias o roles, adoptar la otra.
Personalmente, creo que ninguna es una posición enteramente cierta y sustentable como base única para que una sociedad tome decisiones que comprometan su bienestar y el de sus descendientes, responsablemente. Por el contrario, creo que las dos tienen una buena dosis de indulgencia y auto absolución, de los seres humanos y los líderes que escoge seguir. De paso se remata, cual adorno del pastel, con: “los pueblos nunca se equivocan”
En mi opinión, estamos condenados al fracaso, si no utilizamos en forma consciente el conocimiento. Claro que nos equivocamos una y otra vez, claro que debemos aprender del pasado, claro que nuestros errores no deben paralizarnos. Lo que no podemos pretender, es cambiar el pasado. Debemos aprender a diferenciar entre aciertos y errores, identificarlos claramente para no volver a cometer los mismos errores y sí repetir los aciertos, pero no, pretender borrar el pasado.
Mis cercanos me oyen frecuentemente decir: el “hubiera” no existe, es solo un tiempo gramatical y cuando mucho, un deseo. No es un agua milagrosa para lavar un pasado o revivirlo a conveniencia.
Debemos aprender a reconocer nuestros errores y a valorar nuestros aciertos. Para eso debemos cultivar el conocimiento en general. Debemos internalizar que la física tiene razón cuando expresa que toda acción trae su reacción. Que todo lo que hagamos tiene consecuencias.
Creo que esto es lo que se debe reforzar en una tarea sin fin que arranca desde la cuna. El bebé desde que nace, sabe que si llora y succiona sobrevive. Sin embargo, parece que nos empeñamos en cambiar esa programación. Cuan extendido está el “no leer instrucciones” porque eso es una pérdida de tiempo y mejor es ensayar. Hasta apostamos que, si paso el semáforo en rojo, “no viene” nadie, porque tengo prisa.
¿Como reforzamos el deber ser? ¿Como ayudar a evitar que suframos eventos indeseables por irresponsabilidad e ignorancia combinadas?
Pienso que, con el apoyo de la tecnología y los avances en el análisis del comportamiento humano, podríamos ayudar a mejorar la situación.
Hoy existe gran avance tecnológico para plantear situaciones hipotéticas. “Simular”, para probablemente disminuir el impacto de la prueba y error. ¿Podemos imaginarnos un astronauta, o hasta un piloto de avión comercial que no utilice los simuladores para entrenarse en buenas decisiones? ¿No podremos entrenar a nuestros pueblos en aprender con simuladores de situaciones? ¿En las técnicas de aprendizaje, no es probadamente más efectivo aprender haciendo, que observando lo que pasó, que otros hicieron y que veo pasivamente en un museo de historia? ¿Y si simulo cosas que no pasaron pero que podrían haber pasado, no estamos transmitiendo conocimiento sin necesidad de estrellar el avión?
¿Como sería el mundo si la segunda guerra mundial hubiera sido ganada por Hitler? ¿No se puede simular ese resultado? ¿No puede convertirse en una atracción para que, como juego didáctico, aprenda mucha gente? ¿Como seria hoy un país determinado si hubiera sido exitoso un golpe de estado que logró abortarse? ¿Que estaría sucediendo en el país más avanzado del mundo si hubiera sido exitosa la toma del capitolio? ¿O si un país revolucionario hubiera sido exitoso en su invasión armada a otro, rico en recursos naturales?
Si simulamos el comportamiento de las finanzas de una ciudad según las promesas de un aspirante, no estamos disminuyendo la posibilidad de que en realidad haga daño, ¿y por el contrario otro pruebe, que puede ser exitoso? Existe, más de una versión de simulador para administrar una ciudad, llegando hasta renglón presupuestario y su manejo. ¿No se podría implantar inicialmente que los aspirantes estuviesen impulsados a someter su programa de gobierno a un simulador? Ya no se trata de lo que cualquier candidato quiere y promete hacer, como acabar con la pobreza, regalar dinero a todos, eliminar la criminalidad… se trata de que, con un simulador, nos diga cómo lo va a hacer. No un debate de promesas y ataques para distracción del pueblo.
Ya hemos avanzado algo. Buena parte de las empresas, y los jóvenes profesionales lo saben, están sometiendo a sus aspirantes a reuniones de juegos de roles, a representar situaciones, a responder a simuladores de escenarios. La certificación en un idioma para acceder a una universidad o un trabajo se hace frente a un simulador. ¿Representar una mayoría es certificación suficiente para ejercer un cargo, aunque no se sepa administrar ni la cantina del colegio?
¿No se podrá empezar a utilizar simuladores para instruir a todos nuestros jóvenes desde la escuela primaria sobre cómo funcionan las finanzas públicas y que en ellas también cualquier acción tiene su reacción?
Creo pensar, a lo mejor en otra de mis utopías, que se puede empezar a modificar la educación desde muy temprano para tratar de utilizar más ampliamente las herramientas de simulación. Siempre habrá la intención y el deseo de hacer las cosas diferentes unos a otros, pero si mantenemos la democracia, las mayorías pueden llegar a tener una cultura y conocimiento que les permita tomar decisiones mejores. ¿Hace 20 años quien hubiera pensado que un porcentaje muy alto de la población manejaría un computador portátil (un teléfono) para hacer gran parte de sus tareas, conversar y divertirse? Alguien se lo hizo atractivo y ahora la mayoría está hasta olvidando escribir porque un simulador le hace la tarea y el operador simplemente pulsa un botón mágico de enviar. Sera posible que, en 10 años, quien lo desee, pueda tener acceso en su computador, a la simulación del primer año de gobierno y los resultados anticipados de los planes de cada candidato? Pienso, que serían elecciones totalmente diferentes. Con más responsabilidad, menos improvisación y más conocimiento. Definitivamente, no las de hoy.
Empecemos por motivar. Invitemos a nuestros empresarios a crear museos (¿parques temáticos?) relacionados con la realidad en medio de la ficción. Museos donde los asistentes puedan asistir, a ver simulado, lo que hubiera sucedido, si hubiéramos hecho algunas cosas en forma diferente a como sucedieron. MUSEOS DEL HUBIERAMOS, que así podría dejar de ser solo un tiempo gramatical o deseo, para convertirse en una verdadera enseñanza. Especialmente para el aprendizaje de la conveniencia de valorar y reforzar las cosas buenas que hemos hecho como sociedad, evitando cambiarlas por aventuras sin simularlas siquiera.
Álvaro Ramírez
Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan. Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.