ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 186.-
En entrega anterior comentábamos algunas características claramente presentes en los grupos de gobierno de nuestros países, Colombia y Venezuela. Hoy aparentemente están de “luna de miel” y dispuestos, en sus delirios, a conducir la humanidad completa por la senda del progreso y felicidad partiendo de su autodefinición como países “potencia”, de la vida, de la democracia, de la sostenibilidad, de la paz y de cuanto reto se le presente al universo. En esas características veíamos el tendencioso, aunque pretendidamente inocuo SIMBOLISMO, y la nunca aceptada pero siempre presente en su accionar, INCOHERENCIA.
En la misma tónica también se presentan en su accionar, la SOBERBIA y la traición a la CONFIANZA depositada por seguidores y electores, puesta de manifiesto en declaraciones atropelladas justificando acciones o planes descabellados, como un gasoducto que conecte los extremos de Suramérica o un tren elevado que una los extremos de un país. Estas declaraciones demuestran la falta de planificación y análisis, que pretenden reemplazar con la habilidad de improvisar, pretendiendo demostrar una figura de sapiencia y supuesta voluntad, de conducir la sociedad por sendas democráticas y de real progreso. Otros buenos ejemplos de ello son la destrucción de infraestructura con la promesa de la salvación partiendo de cero, mientras aspiran a la toma del poder, pretendiendo que pueden y deben reconstruirlo todo ya que nada de lo existente sirve. Otro es la declarada exigencia de ser tratados de “igual a igual” por cualquier gobierno y la solicitud de respetar su soberanía y no inmiscuirse en sus maltratos a la población, mientras en paralelo, declaran en contra y pretenden ridiculizar otros pueblos, por sus decisiones en consultas realmente libres y democráticas. En cuanto a confianza, no parece un presentable ejemplo el encarcelar ejecutivos de empresas transnacionales para utilizarlos como intercambio por familiares de la familia presidencial capturados en flagrancia fuera de las fronteras. Tampoco es presentable colocar en las listas del congreso a colaboradores cercanos para darles inmunidad parlamentaria por delitos flagrantes, mientras se predica contra la corrupción y manipulación de la justicia o se visita en las cárceles a condenados por corrupción para ofrecerles impunidad a cambio de apoyo económico durante la campaña, mientras en las plazas públicas se pregona la lucha contra la corrupción.
¿Qué viene? Creo que no se trata de ser optimistas o pesimistas. No se trata solamente de imaginarnos unos países prósperos, superando sus dificultades y desarrollando un “nuevo” y activo intercambio comercial y proyectos comunes, o por el contrario imaginarse países que salen del panorama mundial y son descartables y se convierten en carga económica de otros a la hora de llamar al desarrollo.
Con pequeñas temporadas excepcionales cuando ha habido conatos de industrialización, la frontera Colombo venezolana siempre ha vivido del tráfico de bienes. En algunas épocas el flujo mayor es en un sentido y en otras hacia el otro, pero nunca, la frontera ha estado cerrada a ese intercambio. Puede ser que oficialmente los burócratas manifiesten el cierre formal y hasta coloquen obstáculos físicos, pero en los últimos 7 años hasta puentes se han construido en las vías “extraoficiales”, conocidas como trochas. Un colombiano siempre tuvo la oportunidad de utilizar y comprar vehículos matriculados en Venezuela hasta de los últimos modelos o consumir gasolina de PDVSA, y cualquier venezolano siempre ha tenido la oportunidad de utilizar prendas y consumir alimentos producidos en Colombia aunque sean de nombres tradicionalmente venezolanos, en un intercambio familiar y económico, imposible de detener. Lo único que ha variado siempre es el precio, según la oportunidad y en los últimos años especialmente asociándolo a los mecanismos de “recaudo” de peaje. Hoy con la “histórica” apertura de la frontera, lo que el pueblo cucuteño y tachirense esperan para que continue el flujo de camiones suspendido por la ceremonia simbólica, es que se definan los nuevos mecanismos de recaudo y montos. Si sigue siendo por parte de los protectorados a través de sus “agentes oficiales” y representantes armados en las trochas, o en las oficinas oficiales con la participación formal de las autoridades centrales que asistieron a la ceremonia. Dependiendo del costo total impuesto en la cadena de suministro, seguiremos viendo los camiones por vía pontálida (para introducir términos prosopopéyicos como usan las “autoridades” centrales) o de trochas. Parece que sucederá como con la moneda extrajera inicialmente satanizada, hasta detectar que se obtenía más beneficios con la dolarización “extraoficial” disminuyendo la inflación y cobrando su peaje a través de los bancos, que mediante confiscaciones y retención de pasaportes en los aeropuertos. Ahora con el tráfico fronterizo, y el apoyo del nuevo gobierno hermano también parece que se reconoció que en la cadena se estaban quedando utilidades atractivas, en el camino a través de los protectorados regionales. Sin embargo, los pueblos aprenden y la vía que sigue es la que a los emprendedores y al pueblo consumidor les resulte mejor: Recaudo en trocha o pago “oficial” con mordida como diría alguien. De todas maneras y aunque una autoridad declare que les “arrebatamos la frontera a las mafias”, sin antes revisar sus cuentas, el precio final por un kilo de leche reflejará el sobrecosto de las “oficinas protectoras” regionales o los “oficiales” en las trochas, si lo acepta la demanda.
El pretendido cambio “histórico” de las fronteras con el desfile de algunos camiones engalanados, hace concluir que la real oportunidad se presenta ahora. (y no es declarar que calman las mafias) Los factores decisivos en la situación ahora son los empresarios y los pueblos consumidores, que pueden tomar la oportunidad y decidir no esperar más la “ayuda gubernamental” unos y otros. El mercado de los dos países es de 80 millones de personas. 30 de ellos cautivos y 50 que pueden llegar a serlo pero que, de una u otra forma deben suplir sus necesidades básicas. El precio final lo acepta y sufraga el consumidor final. En nuestros países el precio del demonizado dólar no lo fija el gobierno, lo fijan los consumidores, producto del satanizado real mercado y eso, hasta los más soberbios pueblos suramericanos lo han tenido que aceptar a regañadientes y adoptar los compromisos necesarios. Basta ver los niveles de la tasa de cambio de estos días en Suramérica.
Creo, a pesar de la mala experiencia, que a nuestros pueblos hermanos y su comercio, les quedará como a los sureños, el aprendizaje que el nombre al pie de una constitución, los pretendidos logros “históricos”, o lo que ordene una vicepresidente no son lo más importante a la hora de decidir. Lo más importante es la economía, el funcionamiento de las empresas y los emprendedores así sea artesanales, como fuentes de trabajo y generadoras de riqueza y la no aceptación del peaje que se pretenda imponer al pueblo como derecho de pernada del pretendido feudal regional o nacional de turno.
La única salida es fortalecer efectivamente la producción y el comercio. Rescatar la capacidad productiva. No aceptar simbolismos. Llegó el momento de la clase emprendedora. Debemos depositar la confianza en que, solo sumando esfuerzos, trabajando conjuntamente pueblo y emprendedores para producir, obligamos a nuestra clase política a eliminar las trabas y los peajes burocráticos, de lo contrario no hay para nadie, solo podremos distribuir miseria. Solo produciendo, los pasajeros del autobús le pueden exigir, al conductor y sus tripulantes cómo manejarlo. Debemos aprender que podemos exigir derechos cuando nosotros mismos nos los sufraguemos. No hay corrupción sin dos actores, quien paga y quien cobra. Respondamos y apoyemos la actitud de quienes trabajan, emprenden y producen. Neutralicemos de hecho, a quienes se confabulan y se hacen cómplices para el robo de nuestro esfuerzo, no importa si son “oficiales” o “pretendidos empresarios de papel y maletín” traficando favores.
No respondamos ilusamente a simbolismos. Si seguimos respondiendo al odio de clases sembrado sistemáticamente, nuestros países no producirán ni siquiera frutas silvestres tropicales y se extenderá el reparto de la miseria que ya observamos. Hasta los platos típicos tendrán que ser importados por quienes reciban remesas o dádivas. La frontera sigue abierta al comercio real, como todos estos años. Utilicemos nuestro ingenio y creatividad para no apoyar los cobros extorsivos indebidos y mantengamos el intercambio, para suplir las necesidades del mercado, a pesar de los “lideres” supuestamente filántropos que pretendidamente desean salvarnos pero que, en ejemplos como la apertura de la frontera, después del show no permiten efectivamente llegar los productos a su destino final sin la multa ahora “oficialmente” protectora y humana.
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