Nísperos

LA CALLE 2 – SIMÓN PETIT – EL CANDIL – AÑO III – N° 116.

Mi anécdota de hoy.
Autor: Gonzalo Fragui.

A Lubio Cardozo.

Cuando alguien moría en Uraca todo el pueblo acompañaba al muerto hasta el cementerio. Mientras las mujeres y los hombres iban rezando, los jóvenes conversaban y bebían aguardiente.

Un día murió un vecino, y Alejandro, con su fluxesito blanco y sus alpargatas nuevas, se juntó con otros muchachos para despedir al muerto. Llegaron al cementerio de Choroní y, en vez de seguir hasta el lugar de la sepultura, se fueron al osario, donde estaban los huesos de las personas que no tenían dolientes. Allí, entre trago y trago, empezaron a jugar con los huesos, sacaron una vértebra y se la pasaron unos a otros hasta que alguien los vio y les reclamó.

– Vagos, falta de respeto, les gritaba. Los muchachos devolvieron los huesos al osario y se marcharon.

En la noche, Alejandro llegó a la casa y se acostó. Como a medianoche sintió que lo movían y se despertó. Al lado de la cama estaba un señor, con un sobretodo largo y con sombrero, a quien apenas se le lograba ver un poco el rostro. Casi sin mover un músculo dijo:
– ¿Por qué interrumpes mi paz? ¿Por qué robas mis huesos?
Alejandro se restregó los ojos, pensó que estaba soñando.
– Yo no he hecho nada, yo no tengo ningún hueso de nadie, usted está equivocado.
Impasible el señor continúo:
– Usted ha profanado mi tumba. O me devuelves mi hueso o nunca más vas a dormir en paz.

Alejandro salió de la cama, dijo que él no tenía ningún hueso y, para confirmarlo, se puso a revisar los bolsillos del pantalón. Pero allí estaba la vértebra. Ante la evidencia, Alejandro se disculpó, dijo que seguramente había sido un descuido o que algún bromista se lo había puesto ahí. El señor insistió con la amenaza. Luego desapareció. Rápidamente Alejandro se vistió y, como a las dos de la mañana, se fue a devolver la vértebra. El cementerio estaba cerrado pero la pared de tapia no era muy alta. Se subió a un níspero que había en la parte de afuera y saltó hacia adentro. Extrañamente a esa hora en el árbol estaban unos muchachos que le ofrecieron nísperos pero Alejandro dijo que estaba apurado. Llegó al osario, colocó el hueso con delicadeza, rezó una oración y se regresó. Hubiera querido comer unos nísperos con los muchachos pero ya no había nadie. Llegó a la casa, se bañó y se quedó dormido profundamente. Despertó cuando el sol entró por la ventana y lo encandiló. Medio dormido todavía salió a la cocina donde su mamá lo esperaba con café recién colado.
– Por ahí vinieron a buscarlo, dijo la madre.
– ¿A buscarme? ¿Quién?
– Un señor alto, con sobretodo y sombrero. Casi ni le pude ver la cara. Me parece que era forastero, aunque me dio la sensación de haberlo visto en otra época. Ahí le dejó esa bolsa que está sobre la mesa. Dijo que estaba muy agradecido con usted.
Alejandro, receloso, abrió y cerró de inmediato cuando vio lo que contenía la bolsa; Nísperos.

Punto Fijo – Península de Paraguaná – Estado Falcón – Venezuela

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