ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 170.
Oyendo las noticias de las últimas semanas, es difícil despreocuparse de la situación que se viene presentando en las escuelas en USA y en otros sitios de concentración de seres humanos. En las últimas masacres vienen muriendo niños en manos de francotiradores en forma inexplicable racionalmente. No ha sido posible que el poder legislativo acuerde algunos mecanismos para evitar esas muertes de seres inocentes. Se repiten y repiten, todo el mundo manifiesta su consternación, incluidos los legisladores, pero no es posible “acordar” algo a nivel de legislación para que no se repitan. La vida sigue y después de unos días, la noticia deja de ser importante para el “rating” hasta que se presenta la siguiente.
Dejando de pensar en las armas de “repetición” que se utilizan en las masacres en USA, hace un par de semanas una noticia también impactó a muchas personas y fue el destrozo de un niño por el perro mascota de la familia.
En ese orden de noticias trágicas, vimos un programa hace también pocos días, mostrando niños estudiantes campesinos, que afectados por las minas personales han perdido compañeros y cada día tienen que apostar a no perder la vida porque otros seres, las siembran en la vía hacia la escuela.
¿Qué tienen en común estos hechos?
Son promovidos, ideados o ejecutadas por seres supuestamente racionales.
Las víctimas son seres inocentes que no merecen sufrirlos.
No hay forma posible de compensar a las víctimas.
Son aparentemente repudiados por una inmensa mayoría de la sociedad.
Si analizamos cada uno de los tipos de eventos podemos encontrar las cosas comunes, pero también algunas que las diferencian: Aun en medio de la irracionalidad del asesinato de personas inocentes, la forma de preparar y planificar la ejecución muestra el uso de la inteligencia, más que el instinto y reacción irreflexiva que se puede manifestar en el caso de animales. Lo anterior sitúa al ser humano por debajo de la condición animal ya que, aunque siendo magnánimo como en el caso de los tiroteos pudiera decirse que son seres humanos fuera de sus cabales, su intención es aumentar y hacer más eficiente su capacidad de hacer daño, mientras los animales solo reaccionan para neutralizar lo que para sus instintos es una amenaza o saciar su hambre. Se sienten amenazados y simplemente reaccionan. Los seres humanos masacrando indiscriminadamente y tratando de causar el mayor daño posible, están intencionalmente mandando un mensaje de venganza o amenaza. Así mismo, cualquier daño causado por un animal a la especie humana, es culpa del hombre directa o indirectamente. Convertir en mascota un animal naturalmente salvaje, carnívoro o venenoso, y furioso defensor de su ambiente, es una muestra de irracionalidad del ser humano de la cual no se puede culpar al animal.
En estos y cualquier otro evento de bandidaje, y criminalidad se presentan tres factores asociados a la justicia, que se han utilizado mucho en los últimos años como la vía para tratar de superarlos. Según las conclusiones, la sociedad debería ser capaz de lograr en los protagonistas, el arrepentimiento, la indemnización o reparación a las víctimas y la no repetición de los hechos.
El ARREPENTIMIENTO. Suena atractivo y encaja con algunos valores que se han transmitido en nuestras sociedades y hasta se asocian con creencias religiosas como vía para vivir tranquilamente en comunidad. El perdón viene a partir del arrepentimiento. También la concesión de nuevas oportunidades, la aceptación de los pecadores en la comunidad y el reconocimiento que todos cometemos faltas, o errores, como suena mejor. Toda esta estructura de convivencia se construye a partir del arrepentimiento. El problema se presenta cuando no hay capacidad de arrepentimiento. Una “mascota” no puede arrepentirse de “faltas cometidas» según las expectativas de los seres racionales. Ud. le puede pedir que se arrepienta a un felino por robarle la carne a su hijo o comerse el canario de su hija? ¿A un joven fuera de sus cabales, aunque con capacidad de trazar planes y con capacidad de fuego Ud. le puede solicitar que se arrepienta de una masacre que comete a raíz de un despido, malas notas, bulling, o creencia en promesas de acceder al cielo por ejecutar una acción?
En cuanto a REPARACION. Ud. cree que es posible reparar el daño a su hija por su canario, encadenando a la mascota? ¿Encerrando al joven sin permitirle ganar el cielo, repara en algo el daño causado? ¿Y si aumentamos las penas y los sometemos a cadena perpetua o a pena de muerte, repara parte del daño a sus víctimas inocentes? 0.. creemos que, castigando de alguna forma al causante de la tragedia, se repara a las víctimas? Probablemente las victimas ansían ver el arrepentimiento para dejar de sufrir al perdonar y mejorar sus sentimientos. Pero podemos llamar eso reparación? Ud. puede explicarles a sus hijos que el irracional felino tiene por instinto ser carnívoro y cazador. Pero eso repara en parte, el daño? Probablemente su hija se convierta en una brillante investigadora de la conducta animal, y le cambie la vida para bien y su hijo convierta el odio en amor al perdonar. ¿Pero, Ud. estaría deseoso que se repita la acción?
REPETICION. La sociedad necesita trabajar en este tercer aspecto también. Entendemos que ni el castigo ni el escarnio pueden reparar el daño, especialmente en casos que causan profundo dolor a la sociedad como la muerte de seres inocentes. También entendemos, que en muchos casos no existe la capacidad de arrepentimiento por las condiciones mentales o la naturaleza de los seres causantes del daño a la sociedad. ¿Qué opción queda? La sociedad sigue su vida, aunque algunos de sus integrantes salgan maltrechos de un episodio y no pueden decir que la “viven” sino que la “sufren”. En algunos casos, como las escuelas y concentraciones populares, comunidades enteras la sufren. La mejor salida es evitar la REPETICION. Trabajar como comunidades para evitar que se repitan hechos dolorosos y sangrientos, es el único camino que queda. Es un trabajo que debe ser conjunto y donde cada uno aporte algo. Es también un trabajo permanente que no debe tener descanso, porque el descuido y flaqueza fácilmente puede generar la repetición.
El primer empeño debe ser, hacer claro, que la sociedad toda rechaza los actos de barbarie. Es fijar en la mente de cada miembro de la sociedad, que esas acciones no deben ocurrir, no se pueden repetir. Y hacerlo permanente en el tiempo. No es un trabajo de una generación. Es la transmisión permanente de generación en generación de la historia, sin dejarla olvidar, sobre la capacidad de destrucción y daño que el ser humano puede ejercer. No es transmitir la capacidad de castigo a los transgresores voluntarios o involuntarios. Es ilustrar desde temprana edad a nuestros descendientes del peligro de no detectar a tiempo los potenciales daños irreparables que podemos ejercer. No es tratar de “ilustrarlos” y “corregirlos” y “convencerlos” cuando ya se encuentran en una etapa adulta, curtidos del aparente éxito de otros para quienes no importa el cómo, con tal de obtener el objetivo, muchas veces mental, de una venganza o reivindicación. La justicia no es venganza. La verdadera justicia de las sociedades es evitar que alguno de sus miembros en forma premeditada o en un desvarío, cometa actos de barbarie contra los demás y quede presente la posibilidad de repetirse. ¿Qué son los asesinatos en masa, las minas personales, las invasiones, las guerras, los genocidios, los ataques terroristas, los tiroteos en escuelas, medios de transporte, sitios de diversión o recogimiento? Hechos que no se deben repetir después de una primera vez.
Enseñémosle de la mejor forma la historia a nuestros descendientes para que efectivamente trabajen en los valores que impidan la repetición, a través de la adopción común de controles y detección de pistas oportunamente. Llenemos nuestras ciudades de museos. Bien presentados y ambientados, donde se refleje nuestra capacidad de destrucción como sociedades. Hay quienes dicen que los niños no deben someterse a escenas o hechos impactantes. ¿Estamos seguros? ¿Cómo un cervatillo empieza a tenerle temor y rehuir a los depredadores? ¿Ocultándole de lo que son capaces? Los jóvenes entre 10 y 15 años ya empiezan a formarse en las cosas de las que deben desconfiar. ¿No es conveniente que conozcan de cerca un pulmón de fumador? ¿No sería conveniente que vieran de cerca las consecuencias palpables del bulling en las mentes de sus compañeros? ¿No sería conveniente anticiparle a algunos de ellos como se ve una herida de fusil a la que de pronto en su vida de profesional tendrá que enfrentarse y curar en un quirófano? ¿No sería conveniente que a esa temprana edad ya les surjan las preguntas que obliguen a sus padres y abuelos a hablar sobre los conceptos de violencia, venganza, justicia y repetición de hechos dolorosos? ¿A hablar de costos de destrucción de medios de transporte, infraestructura, sedes de instituciones y universidades? ¿A obligar a sus padres a hablar sobre las masacres en las escuelas y veredas y si no hay otras soluciones que vivir con temor, porque no puede haber acuerdo sobre algunos controles? ¿O a preguntar a sus padres porque minan las vías a la escuela? ¿O por qué su compañero de asiento perdió una piernita?
Yo no recuerdo de joven haber visitado algún museo y comprendido la verdadera magnitud de la violencia partidista en nuestros países.
Poniéndonos un poco rudos para ilustrar, ¿podemos imaginar la cantidad de muertos que se evitarían si las armas de “REPETICION” no existieran y solo existieran los mosquetes de recargar de pólvora en cada disparo? ¿No es posible ilustrar a los jóvenes en formación estas diferencias en las “herramientas”, como minas, cocteles, bombas, granadas, explosivos y el impacto de acciones degradantes como violaciones, encierros, cadenas y alambradas?
NO REPETICION, debe ser la consigna y alrededor de ella surgirán muchas ideas si de verdad lo creemos y lo internalizamos. Las principales tendrán que ver con la necesidad de eliminar las posibilidades de que ocurran. No con justificar su ocurrencia, basándose en los errores de otro y la venganza como reacción premeditada. Museos que mantengan el recuerdo de todo lo irrepetible, en todas nuestras ciudades y veredas. Que se incluya en programas de formación de nuestros jóvenes, la obligatoriedad de visitarlos, cual hacen las religiones con los lugares sagrados para reflejar y cultivar los valores y su fe. Museos como herramienta invaluable para formar mejores descendientes. Respetuosos del derecho de los demás.