No soporto verte brillar

Por Manuel Barreto Hernaiz

El candil pedregalero-No soporto verte brillar-Manuel Barreto Hernaiz

La envidia puede definirse  como el sentimiento o estado mental en el cual existe la desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, bienes o cualidades. Tristeza del bien del otro. La envidia es una mezcla o fusión de ira, frustración y venganza.

Impide a la persona correr hacia el logro de sus sueños y anhelos. Es la defensa de las personas débiles, acomplejadas o fracasadas. El envidioso no acepta que, para alcanzar su meta le resulte más fácil hacerlo en equipo, compartiendo ideas y actividades.

El envidioso es una  persona que tiene necesidad de reconocimiento individual; no desea compartir los logros  con nadie. Y si se trata del ámbito político,  le resulta insoportable constatar el triunfo de otras personas o el recuento de sus logros y realizaciones. La vocación política se tuerce entonces para volverse crítica interminable, amargura y frustración

El envidioso al desear el mal al otro, y accionar para que fracase, pudiera estar labrando su propio fracaso.

¿Cuántos saltaban con fruición cuando el finado Hugo Chávez decía, con gran sonoridad, «exprópiese»?

«Al envidioso en política no lo mueve el legítimo deseo de justicia, sino el deseo de venganza»

Manuel Barreto H

Ver al envidiado en la más completa ruina. Todavía los observamos hoy en las redes sociales ir contra Lorenzo Mendoza y la Empresa Polar.  El envidioso no repara en la suerte corrida por las empresas a las que el régimen les ha puesto la mano (Aceite Diana, Lácteos Los Andes, Café Madrid, Café Famá de América, las empresas cementeras, la Sidor estatizada, Agropatria y un largo etcétera).  Aquí, sotto voce, ¿hoy se sentirán mejor muchos de los que aplaudieron la suerte de esas empresas en relación a los empleados de la odiada Empresa Polar, en términos de remuneraciones y beneficios socio-económicos? 

Fernando Savater en una vieja entrevista publicada por la revista Araucaria, señalaba que en alguna oportunidad el portugués  Otelo Saraiva de Carvalho, líder de la Revolución de los Claveles, a quien Fidel Castro calificaba de héroe («un héroe de la revolución portuguesa contra el fascismo, el imperialismo y la reacción«), se entrevistó con el fallecido Primer Ministro sueco Olof Palme, para solicitarle ayuda para su causa. Le dijo, en tono justificador, palabras más, palabras menos, citamos de memoria: «Es que necesitamos acabar con los ricos». Y Olof Palme le contestó: «Tenemos una divergencia fundamental, mientras que usted plantea acabar con los ricos, yo no quiero acabar con los ricos, quiero acabar con los pobres».

La envidia puede definirse  como el sentimiento o estado mental en el cual existe la desdicha por no poseer uno mismo lo que tiene el otro, bienes o cualidades. Tristeza del bien del otro. La envidia es una mezcla o fusión de ira, frustración y venganza.

Impide a la persona correr hacia el logro de sus sueños y anhelos. Es la defensa de las personas débiles, acomplejadas o fracasadas. El envidioso no acepta que, para alcanzar su meta le resulte más fácil hacerlo en equipo, compartiendo ideas y actividades.

Es una  persona que tiene necesidad de reconocimiento individual; no desean compartir los logros  con nadie. Y si se trata del ámbito político  le resulta insoportable constatar el triunfo de otras personas o el recuento de sus logros y realizaciones. La vocación política se tuerce entonces para volverse crítica interminable, amargura y frustración.

Con toda la razón señala Martha Nussbaum en su obra La monarquía del miedo.Paidós. Edición de Kindle.:

«Permítanme que les aclare ya de entrada que, para mí, la envidia es un problema incluso cuando la causa que la impulsa es justa. En muchos casos actuales, es difícil decidir a quién le asiste la razón de la justicia. Seguramente, hay merecidos motivos para las quejas de las personas blancas de clase trabajadora, como también los hay para las reivindicaciones de mayor justicia económica que se plantean desde la izquierda. Pero una cosa es decir que «aquí existe un problema que hay que resolver y tanto ustedes como nosotros deberíamos esforzarnos por mejorar esta situación», y otra, bien distinta, es desearle el mal al grupo dominante y querer arruinar su felicidad.

El deseo hostil característico de la envidia, parecido (y muy ligado) al elemento vengativo de la ira, es malo para la democracia incluso cuando los envidiados disfrutan indebidamente de los privilegios que se les critican.»

Para concluir, me permito echar mano a esta vieja fábula: “Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente: -¿Puedo hacerte tres preguntas? -Puedes preguntar -contestó la serpiente-. -¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? -preguntó la luciérnaga-. -No -contestó la serpiente-. -¿Yo te hice algún mal? -dijo la luciérnaga-. -No -volvió a responder la serpiente-. -Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo? -¡Porque no soporto verte brillar!”.

No soporto verte brillar

Valencia, Estado Carabobo, Venezuela

16 de junio de 2019

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