ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO IV – N° 170.
Durante los últimos años electorales en la región, se ha observado una mayoritaria preferencia por las propuestas políticas de personajes quienes abiertamente han dejado en evidencia su afinidad con ideas fracasadas previamente implementadas en otros países cuyos habitantes han advertido a cada lugar que ha atravesado jornadas de sufragio acerca de lo nefastas que son ese tipo de propuestas, pero que, en casi todos los casos, los sufragantes ignoraron por completo.
Son diversas las razones que han intervenido en las elecciones suscitadas, siendo las más comunes aquellas relacionadas con un deseo de cambio y la oportunidad que significó para muchos el programa de «revolucionarias y transformadoras» propuestas de populistas y demagogos quienes empezaron sus respectivas carreras hacia el poder con el camino allanado resultante del control que en décadas recientes ha venido ejerciendo el eje socialista-progresista en la educación y las artes a partir de un discurso dialéctico adoctrinador que acusa al «imperialismo yankee», el «capitalismo empobrecedor» y el «neoliberalismo corporativista» de ser la fuente de la corrupción política y pobreza económica, evadiendo, de manera premeditada, el inobjetable hecho de que no hay un solo gobierno en esta región del mundo que en los últimos doscientos años no haya ejercido fuertes ?y cada vez mayores? controles en la economía, con aparatos estatales elefantiásicos, cargas burocráticas y fiscales asfixiantes, tanto para el que emprende como para el que busca empleo, planes gubernamentales orientados hacia el subsidio y el despilfarro en salarios desproporcionados, puestos de trabajo innecesarios con los que se paga favores políticos y presupuestos sobrevaluados para obras mal hechas en donde únicamente se benefician los funcionarios y sus socios del sector privado, constituyendo todo ello la auténtica fuente de corrupción política y moral, y de pobreza económica que cada vez afecta a más personas en aquellos países en donde tristemente confiaron en tan nefastas propuestas.
Tristemente no son pocas las personas con formación académica que adhieren a ese pensamiento, siendo este un importante indicador del control adoctrinante que se viene ejerciendo en las aulas universitarias, hecho que ha sido aprovechado por los encargados de la difusión propagandística para convencer a los indecisos diciéndoles que, si gente preparada apoya esas propuestas, es porque deben ser correctas. Una muy habitual demostración de la falacia de autoridad en la que ingenuamente caen miles de jóvenes «diferentes» quienes risiblemente creen ser «más conscientes» que sus antepasados. De hecho, es gracias a esa «generación de borregos», de seres sin la capacidad de pensar críticamente, sin ideas propias, sin identidad, sin el más mínimo conocimiento de lo que dicen y que prefieren seguir lo que la masa dicte en pos de ganar aceptación en redes sociales, que tan impresentables políticos han sido electos, logrando concretar el sueño de aquellos «socialistas de aula» de las décadas de los 60, 70 y 80, quienes, al haber fracasado en su momento, decidieron ser mentores de los «socialistas de iPhone» de estos tiempos, obteniendo un enorme provecho de la facilidad para masificar su discurso que permite la tecnología actual, hecho que, aunado a la desidia y displicencia de quienes se suponía que eran la oposición, terminaron logrando su fatal cometido.
En este contexto, es justo y necesario reconocer que la derecha latinoamericana ha sido un completo fracaso, tanto para ofrecer resistencia como para gobernar en los breves períodos que le tocó. Y no era para menos, siendo que lo que hoy se denomina como derecha, no es más que parte del colectivismo decadente del cual se alimenta la izquierda y que deriva en ese recalcitrante tridente de mercantilismo-clientelismo-corporativismo que falsamente se asocia con el capitalismo y las ideas de la libertad, falaz vínculo que la derecha ha ayudado a fortalecer. Si habría que señalar al principal aliado de la izquierda socialista «científica» y progresista, antes que los medios masivos, está esa derecha colectivista que le hizo el gran favor de mostrarle a todos que su contraparte tiene la razón con respecto a ellos. No hay una real oposición en la política de Latinoamérica, tan solo socios que se muestran como enemigos ante las cámaras, pero que asolapadamente se apoyan unos a otros para lograr su beneficio.
La realidad política actual es ciertamente decepcionante y el futuro parece ser sombrío, pero es mejor aceptar los hechos como son para poder generar cambios reales y sostenibles. Esta realidad nos ha dejado en claro que no todos aprenden de los errores ajenos, incluso si son las propias víctimas de tales yerros quienes se los advierten. Quizá sea incómodo asimilarlo, pero, en circunstancias así, es imperativo que el necio experimente en carne propia las consecuencias de sus decisiones y que el inocente resista todo lo posible, pues, al final del camino, la verdad siempre aflorará.