¿Optimista yo?

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO VI – N° 258.-


En estos días he estado pensando en mis años de joven cuando había una serie de cosas que no entendía del mundo que me rodeaba y especialmente de las relacionadas con los adultos mayores y su comportamiento. Recuerdo entre otras cosas ver desfilar a los adultos mayores en las tardes a sus sitios de reunión, donde compartían un café y muchas charlas que para mí eran, en esa época, poco menos que incomprensibles. Les oía sobre sus historias de las luchas fratricidas en los pueblos y de la defensa de cada quien del color que identificaba su militancia política. Las creencias y fundamentos de sus agrupaciones políticas eran dogmas para sus militantes. Dogmas, que debían defenderse por encima de cualquier cosa, aun la vida.

También recuerdo la consternación que producía en época de paz cualquier maltrato o accidente en que estuviese involucrado un “sexagenario”. Obviamente indefenso en esos años por su “avanzada edad” y a quien se debía respetar, ya que no podía menos que ser ciudadano de bien. A esa edad o más temprano, la expresión popular empezaba a llamarlos “maestro”, en alguno de nuestros países. Probablemente queriendo hacerle sentir conocedor o experimentado, considerando la experiencia algo valioso. Sin embargo, me pregunto a veces, si esta palabra ya no significaba transmitirles su concepción de, digno de comprensión, pero “decadente”, por tanto, merecedor de ayuda, pero no necesariamente de escucha, apoyo, o reconocimiento sobre sus aportes al mundo. Cambios que empezaban a ser sutiles, pero no por eso inexistentes y que reflejaban, como reflejan con las generaciones siguientes, el avance del conocimiento mediante el esfuerzo y la investigación, que va dejando atrás lo que fue en su momento, revolucionario. 

No sé si también en países desarrollados, a nivel de pueblo, el concepto de “veterano” por ejemplo, ya se ha empezado a cambiar.  Probablemente con la niebla del tiempo borrando un poco la cercanía, se les comienza a considerar participantes involuntarios en guerras no justificadas y no, en héroes de la defensa de los ciudadanos civiles y la libertad y el orden, que es como se proyectaban al mundo en esas fechas. Es vox populi el tratamiento a un famoso secretario de estado que se consideraba como el asesor infaltable de cabecera y actor principal de las relaciones de EEUU con todos los países del mundo y hoy es considerado por algunos como uno de los personajes de mayor injerencia en la gobernabilidad y organización de los países con que tenía relaciones políticas o comerciales EEUU.

Y es que el mundo está cambiando. La generación de “Baby Boomers”, que surgió después de la segunda guerra mundial y que se considera a sí misma orgullosamente, como los bravos impulsores del desarrollo industrial y del bienestar y mejor nivel de vida, asociado a la innovación en los negocios y al tesón por el trabajo productivo, hoy en día está de salida.  Es muy difícil para su orgullo, negarles su contribución al crecimiento económico y al aprovechamiento de oportunidades de negocio para convertirlas en realidades. Sin embargo, no es la primera vez que oigo de algunos “representantes” de nuevas generaciones, asociar a esa generación términos como “depredadores”, dilapidadores de los recursos naturales, y si los asocian a las relaciones, esclavistas y maltratadores, en aras del enriquecimiento y culto al capital.

La generación siguiente a los baby boomers, innegablemente es responsable por avances significativos en el mundo de la mejora de los sistemas de producción y manufactura en general y el desarrollo y utilización de equipos y esquemas financieros de aprovechamiento del capital como apoyo a esos procesos productivos. No debe extrañarnos que a representantes de esa generación post Boomers, hoy empiece a vérsele y tildársele, por algunos representantes de las nuevas, como los deshumanizadores de las sociedades, adoradores de la productividad, desconocedores de la naturaleza humana, de la solidaridad e incapaces de entender y aceptar, que no siempre se debe ser responsable por las decisiones. Se les ha acusado desde esas trincheras con nombres cargados de simbolismos descalificadores, yuppies, neoliberales salvajes, insensibles, en esa campaña de descalificación por sus aportes.  

Las generaciones más jóvenes, con sus aportes también innegables, están llevando la automatización y el desarrollo de herramientas asociadas a la inteligencia artificial a niveles no imaginados hasta hace poco. Veremos los siempre presentes calificadores de las generaciones anteriores, que adjetivos les endilgarán en el futuro.

Sin embargo, a pesar de esas manifestaciones y tratamientos de algunos representantes de las nuevas generaciones respecto a las anteriores, ellas no pueden empañar que el mundo haya seguido avanzando y mostrando cada vez mejores resultados en términos de innovación, crecimiento económico, salud, educación y manejo de situaciones potencialmente catastróficas como las pandemias

Estimo que, con el aporte de estas nuevas generaciones, sumado al balance acumulado de las anteriores, dentro de poco el tema de la alimentación de la humanidad, en forma global, no será un problema. Ya hoy se produce más de los alimentos requeridos por los 8000 habitantes del planeta. La productividad por hectárea, la investigación genética y el uso de herramientas totalmente automatizadas hacen que la cantidad a producir de alimentos no sea el problema de la humanidad. El problema de distribución y desperdicio es otra cosa, abordable.

El capital tampoco pareciera ser el problema de nuestra humanidad. Solo basta leer las noticias financieras para enterarnos de cómo el mundo mueve recursos económicos de la noche a la mañana ante necesidades focalizadas y definidas como prioritarias. Existen y se siguen creando permanentemente, fuentes y canales de financiamiento para cualquier tipo de proyecto. Bien sea el de ayuda humanitaria ante cualquier desastre natural, la investigación y desarrollo de cualquier bien o servicio en cualquier área del conocimiento, o la diversión y esparcimiento. El ser humano hasta ahora ha sido capaz de convertir en negocio cualquier actividad logrando la retribución a los actores por su esfuerzo. Solo pensemos en el dinero ya asociado hoy al turismo espacial, a los juegos olímpicos y mundiales de cualquier deporte, y aunque parezca dramático mencionarlo en forma descarnada, los montos asociados a los atentados terroristas y los conflictos bélicos donde un solo misil disparado contra cualquier objetivo puede costar millones de dólares. Siempre hay capital disponible

Si nos enfocamos en el mundo de la energía, tanto los combustibles fósiles como la energía sustituta de fuentes renovables que se van introduciendo paulatinamente, lo mismo que la modificación de los patrones de consumo, con planes serios que le apuntan en unas décadas a hacer sostenible y rentable el reemplazo, también parece una frontera superable para el ser humano con su capacidad de aprendizaje y resiliencia.  Hablamos aquí de los planes serios que se están implantando para las próximas décadas y no de los planes populistas, de charlatanes que pretenden convertirse en salvadores del mundo, convenciendo incautos que es posible en su megalomanía, salvar el mundo por decreto y pasar un interruptor y cerrar una válvula en un par de años y no, con cada vez más investigación, desarrollo y disciplina.

Detrás de estas áreas, esbozadas como frentes para mantener el crecimiento mundial, basados en la capacidad de hacer las actividades rentables para que logren ser sostenibles, está el aporte, demostrable y cada vez más asociado al conocimiento, de una parte, importante de cada nueva generación. Posiblemente como lo mencionábamos al comienzo, ese avance está haciendo cada día más cortos los ciclos y convirtiendo cada vez más pronto en obsoletas, prácticas y soluciones de generaciones anteriores con el riesgo, casi que inevitable, de minimizar en forma peligrosa el aporte de experiencias vividas por los predecesores.

Ante este panorama no podemos menos que declararnos, optimistas en medio de las señales que pudieran hacernos dudar en algunos momentos y reforzar la creencia de que el mundo, al comparar los resultados y rendir cuentas las generaciones, ha venido creciendo, creando riqueza, venciendo la ignorancia, y abriendo cada vez más campos de investigación y desarrollo, siempre primordialmente apoyado en el reconocimiento implícito, aunque a veces no adecuadamente verbalizado por todos, de la necesidad de convertir cualquier actividad en negocio productivo y retributivo a  todos sus actores,  si se quiere hacerlo sostenible en el tiempo. 

Hace menos de un siglo, solo una parte mínima de la población entendía como fenómenos explicables, los asociados al movimiento de los astros en el firmamento. Hablar de la luna era enfrentarse a fenómenos casi que sobrenaturales. Hace una semana se presentó un fenómeno extraordinario: el eclipse. No tengo estadísticas, pero con los avances tecnológicos, no solo se tiene una explicación al detalle del mismo. Está al alcance inmediato de miles de millones de habitantes que poseen un celular y que solo con preguntarle a su asistente virtual en el teléfono, se pueden convertir en conocedores detallados del mismo. En otras palabras, la divulgación del conocimiento se ha vuelto indetenible. Si creemos en el poder del conocimiento, ¿no hay motivos para ser Optimista? 



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.   


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