VALORES – ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO III – N° 121.
Siguen sucediendo cosas interesantes en nuestros países asociadas con la justicia, los derechos, los delitos y el castigo de estos como vía para garantizar la convivencia pacífica y el crecimiento de la sociedad. El objetivo principal de una sociedad, más que el castigo en si mismo, es evitar la repetición y proliferación de delitos y faltas contra los derechos de los demás, por parte de algunos. El castigo asociado a la detención intramural pudiera servir para evitar que el mismo individuo al no tener la oportunidad, reincida. No necesariamente la proyección del castigo así sea “ejemplar”, evita o desincentiva que otros individuos cometan delitos.
Teniendo en cuenta sus objetivos básicos de subsistencia, como pueden ser la seguridad, el respeto de los derechos, la protección de bienes comunes o la preservación de la especie, la sociedad está obligada a crear mecanismos para alcanzarlos. Con este fin se impone la formulación de toda una estructura social con leyes, decretos y normas de conducta. Esa normativa viene acompañada de instituciones que se crean para que esa regulación de la estructura social no sea solo letra muerta, y se les asigna un rol con obligaciones y “poder” para cumplir con su objetivo.
Que sucede hoy que se presentan tantas muestras de falta de resultados?
Aspecto muy importante es que toda la sociedad entienda y refuerce sus roles y funcionamiento.
Para tratar de encontrar la respuesta, podemos arrancar tratando de ver lo que últimamente está sucediendo en nuestros países. Un nombre común utilizado por analistas formadores de opinión, y periodistas es “Estallido Social”. Con ese nombre se ilustra y trata de empezar a explicar, en nuestro rico idioma, acciones que en los últimos años han causado destrucción y caos en nuestras ciudades y que todos hemos visto. No quiero enfrascarme en su justificación o crítica. Pensando un poco para encontrar puntos comunes de arranque en el análisis, todos podemos decir que esas acciones son ejecutadas por minorías de la población total que se desconoce si representan o no, a las mayorías que no participan activamente en la destrucción. También se puede decir que esas minorías buscan con los daños, obtener resultados, obligando a “Lideres Representantes con Poder Oficial” a tomar acciones que afecten a todos. Siguiendo su razonamiento lógico, se deduce que las minorías creen que los costos de la destrucción son menores, ante los resultados que se buscan.
Un aspecto también importante es resaltar que estas acciones, aunque puntuales, también son una violación al orden establecido en las sociedades. Destruir bienes privados o de utilidad pública, violar los derechos de otros y atacar a servidores públicos son delito y generan una paradoja, que a través del delito se pueda aspirar a alcanzar el bien común de una sociedad sostenible.
Hasta ahora podemos resumir que: Las mayorías no participan en la destrucción, No se sabe si las minorías representan a las mayorías y que, hay Quienes creen que lo que cueste la destrucción es “compensado” por los resultados perseguidos por quienes así piensan, sean estos, una nueva constitución, la mejor distribución de la riqueza, mejoramiento de la justicia, mejoramiento de la salud o mejoramiento de la educación.
Considerando que como cualquier delito, la destrucción y caos tienen un costo en bienes y vidas, la pregunta debe ser si la sociedad no puede encontrar un método mejor, a menor costo, para lograr los objetivos deseados de seguridad y progreso.
La primera reacción de muchos miembros de la sociedad es tratar de buscar protección personalizada, independiente de lo que suceda con los demás como una derivación de la situación que se ha hecho “normal desde tiempo atrás”. Se puede recordar en Colombia, a fines de los 80, cómo floreció la seguridad privada como solución al peligro que representaban los atentados y secuestros. La industria de la protección desde esa época se desarrolló de tal forma que hoy representa una fuente de trabajo para alrededor de 350.000 personas, en más de 850 empresas, con un impacto alrededor del 1% del PIB. En viviendas, el costo de la “seguridad” con vigilancia privada ronda el 75% de los gastos comunes en Circunstancias “normales” del día a día.
El enfoque anterior, da una idea de la necesidad de crear mecanismos sistemáticos de disminuir el delito “repetitivo” y eliminar las explosiones sociales. La respuesta no puede ser otra que “CONSOLIDAR EL ROL DE LAS INSTITUCIONES” que sirven a toda la sociedad.
La realidad es que, especialmente las explosiones sociales y las reacciones de los ciudadanos, tienen mucho que ver con el nivel de confianza que se tiene de esas instituciones. La desconfianza en la Justicia, en los organismos de control, en el órgano legislativo, en la capacidad administrativa del “gobierno” y en las autoridades que “imponen la ley y el orden”, es causa principal del deseo de cambio que se vuelve latente y ante un evento desencadenante y con la respectiva “ayuda” de intereses no necesariamente útiles para la mayoría, puede desembocar en acciones irreflexivas que probablemente causen más daño que bien, como las “estampidas”. El reto es que no hay soluciones milagrosas, inmediatas, todas requieren de un trabajo sistemático para bien de las mayorías. La única forma de neutralizar minorías enceguecidas que atentan contra el interés de las mayorías pasivas es el reforzamiento de un VALOR muy importante para la convivencia de las sociedades, LA PARTICIPACION.
De qué participación se habla? De la que tienen que construir sistemáticamente las sociedades si de verdad quieren vivir en una verdadera democracia. Participación no es “votar» cada 4, 5 o 6 años, elegir representantes y luego esperar pasivamente a ver si una minoría, que nunca aceptó lo que decidió la mayoría, trata de cambiar los representantes por la fuerza. Participación no es “mandar a los niños a la escuela para que los eduquen”. Participación no es delegar en un administrador la responsabilidad por el funcionamiento de MI EMPRESA, sin fijar metas, objetivos y mecanismos de medición y después sentirme “indignado” e incendiar la empresa porque el administrador que yo elegí no hizo lo que me hubiera gustado. PARTICIPACION, así con mayúscula, es informarse, proponer, contribuir y luego apoyar lo que decidió la mayoría independiente, sea o no, lo que propuse. Esta PARTICIPACION se construye, se cultiva desde la cuna y está muy asociada a responder por lo que decidimos y hacemos. Otra cosa es evadir esa responsabilidad por lo que se hace y hasta “promover» delitos contra la sociedad de la cual, supuestamente se forma parte, pero ayuda a destruir.
PARTICIPACION es, desde los primeros grados y desde la casa, enseñar a los hijos que no podemos permanecer indiferentes ante las cosas que pasan en el mundo en que vivimos. Que no podemos echar las culpas a otros de nuestras responsabilidades y que debemos aprender cómo funciona la sociedad y su forma de gobierno. Que participar, aportando, involucrándose y al final, respetando e impulsando la decisión de las mayorías, es la única forma de fortalecer la sociedad a que se pertenece. Que la proliferación del delito, el funcionamiento inconsciente de minorías destructoras y la pasividad, también inconsciente de las mayorías, solo se evita con la participación, independiente de las discrepancias pero con el objetivo final común de la supervivencia.
¿Cómo se puede hacer? Que tal empezar por revisar los pensa educativos y reincorporar nuevamente desde 1er grado la llamada “Educación Cívica”? Enseñar a los ciudadanos desde su uso de razón, a entender las leyes que rigen la sociedad, el rol de las instituciones, los deberes y derechos, el funcionamiento de los órganos legislativo, ejecutivo y judicial así como los mecanismos de elección de representantes y mandatarios. Reconocer y promover como parte de la educación, el formar parte de grupos de trabajo extracurricular de trabajo social, proyectos de comunicación, estudios sociológicos, y visitas y proyectos con comunidades diferentes a las habituales, también son mecanismos para promover el conocimiento humanista y fortalecer la capacidad de entender puntos de vista diferentes.
Evidentemente aunque se requiere acción inmediata no se trata de una acción inmediatista. Frenar minorías enloquecidas que cambien el destino de mayorías pasivas y cualquier otro tipo de delito no es una acción puntual que se lleve a cabo por un mesías que lo decrete. Requiere construir barreras institucionales sólidas aunque no físicas, con disciplina y esfuerzo. Se trata de acciones acordadas por las mayorías, con la PARTICIPACION de todos, hasta que se conviertan en hábitos de la vida en comunidad.
No haberlo hecho nos ofrece ejemplos cercanos: “Tomarse” desde dentro instituciones como los tribunales supremos de justicia para ponerlos al servicio de una minoría dictatorial, Incendiar sedes de instituciones, “Tomarse” y usurpar las funciones del órgano legislativo, “Asaltar” la sede del congreso, Nombrar “protectores” de gobernaciones, para desconocer por la fuerza autoridades electas democráticamente por el pueblo, “Patrocinar” abiertamente minorías delincuenciales, Convertir órganos de la defensa y orden en brazos ejecutores de acciones contra la ley. Todo lo anterior, frente a los ojos de mayorías pasivas que pueden no estar de acuerdo con esas acciones, pero no se convencen de la necesidad de fortalecer las instituciones, se limitan a solicitar que “otros” les brinden soluciones, o invocan un “mesías” vengador y justiciero mientras pagan el precio de la “seguridad privada”. La historia nos ha demostrado lo que hacen esos “mesías justicieros”.
¿Pertenece y trabaja usted armoniosamente con sus colegas en la junta de vecinos?
En su “panal”, ¿Cuál es su rol? ¿Es usted del grupo que alimenta, construye y mantiene el panal del enjambre? ¿Del grupo de scouts que busca alimentos y sitios donde ampliar el panal? ¿Del grupo que refrigera el panal? ¿Del grupo que compite por fertilizar a la reina? O…

¿Solo espera Ud. que el panal funcione eficientemente para que lo mantenga bien suplido de deliciosa miel?
Bogotá – Colombia.
