PAUL MEANY – EL CANDIL – AÑO V – N° 216.-
Cicerón fue un renombrado orador, estadista y escritor romano. Era enemigo del gobierno de un solo hombre y se autodenominaba constitucionalista. Durante el turbulento ocaso de la República intentó incansablemente establecer una paz duradera para preservar su amado gobierno republicano. Tras la muerte de su hija Tulia y su exilio de la vida política, Cicerón escribió vorazmente para distraerse de la desesperación. Su reputación como elocuente enemigo de la tiranía ha sido aplaudida por muchas personas influyentes a lo largo de la historia.
No faltan admiradores de Cicerón en la historia. Durante más de un milenio fue alabado en todo el mundo occidental por todo tipo de personas. Para subrayar su relevancia continuada en el mundo, tendré que limitarme a los elogios que le dedicaron tres de los primeros presidentes estadounidenses. John Adams, padre de la patria, escribió que «como en todas las épocas del mundo no ha habido mayor estadista y filósofo unidos en un mismo personaje, su autoridad debería tener gran peso». Su colega Thomas Jefferson apodó a Cicerón «el padre de la elocuencia y la filosofía». Por último, John Quincy Adams afirmó dramáticamente que «vivir sin tener a mano un Cicerón y un Tácito me parece como privarme de uno de mis miembros».
La influencia de Cicerón en el mundo ha sido inmensa, pero en los últimos años ha quedado tristemente relegado a un segundo plano. Hoy en día, Cicerón apenas es leído, salvo por los estudiantes de clásicas y latín. Sin embargo, para comprender la historia del pensamiento político, Cicerón es un recurso inestimable. Aunque Cicerón no tuviera peso histórico, valdría la pena leer sus obras. Cicerón domina con naturalidad la prosa magnífica, empleándola para exponer un enfoque fundamentado de la ética. En mi opinión, el mayor logro de Cicerón es su actitud hacia el derecho natural, que puede considerarse el fundamento de las posteriores teorías europeas del derecho natural sobre el concepto de derechos inalienables.
¿Qué es el derecho natural?
Llegados a este punto, cabe preguntarse qué es exactamente el derecho natural y por qué es importante. El derecho natural es un término que suele crear mucha confusión, ya que por sí solo es bastante vago. Al principio, mucha gente cree que la ley natural significa «la supervivencia del más fuerte» o frases similares al estilo de Darwin. En pocas palabras, la ley natural puede describirse como un sistema ético que deriva normas y reglas morales del mundo observable y de la naturaleza humana. Una parte clave del derecho natural es la idea de que las leyes deben ser universalmente aplicables y eternamente relevantes para los asuntos humanos.
La visión del universo de Cicerón
La visión del universo de Cicerón estaba profundamente influenciada por los filósofos estoicos. No creía literalmente en los mitos religiosos romanos, pero justificaba su participación en la religión romana por motivos de utilidad y respeto a la tradición. Cicerón, en cambio, estaba influido por los filósofos estoicos, que creían que existía un orden racional y divino que gobernaba el universo. En su famoso libro de De Re Publica, más tarde titulado El sueño de Escipión, Cicerón describió cómo todas las almas humanas son otorgadas a los humanos por la razón divina del universo.
La marca de la inteligencia divina sobre todas las cosas es la ley.
La marca de la inteligencia divina sobre todas las cosas es la ley; Cicerón afirmó que «la ley no es un producto del pensamiento humano, ni es ninguna promulgación de los pueblos, sino algo eterno que rige todo el universo por su sabiduría en el mandato y la prohibición». Estas leyes divinas o naturales eran eternas, inmutables y de aplicación universal. Cicerón escribió enfáticamente: «ni es una ley en Roma y otra en Atenas, una ley hoy y otra después; sino que la misma ley, eterna e inmutable, obligará a todas las naciones y a todos los tiempos». Esta ley divina puede verse implantada en todas las cosas, confiriéndoles un propósito y una función divinamente ordenados.
La visión de Cicerón sobre la humanidad
Según Cicerón, comprendiendo la estructura, el propósito y la función de algo, se podía entender cómo debían comportarse las cosas. Cicerón creía que los seres humanos son los únicos favorecidos por el orden divino del universo. Esta naturaleza divina se refleja en la dotación de los seres humanos con las facultades entremezcladas de la razón y el habla.
Como orador, Cicerón comprendió lo esencial que era la comunicación, no sólo en política, sino en todos los aspectos de la vida.
A diferencia de otras criaturas, la humanidad es claramente racional. Cicerón creía que la razón es la facultad más importante de la humanidad, ya que nos permite realizar tres funciones clave. En primer lugar, nos permite tener memoria, de modo que podemos aprender de los errores y utilizar el pasado como recurso para ayudarnos en los apuros actuales. En segundo lugar, la razón nos permite moderar nuestro comportamiento. En tercer lugar, y lo más importante según Cicerón, tenemos el impulso de buscar la verdad. Cicerón afirmó que «por encima de todo, la búsqueda de la verdad y su afanosa persecución son peculiares del hombre».
Como orador, Cicerón comprendió lo esencial que era la comunicación, no sólo en política, sino en todos los aspectos de la vida. Cicerón se refería a la palabra como «la reina de las artes». La palabra es un aspecto esencial de la vida en común, ya que nos permite aprender de los demás y persuadir a la gente para que coopere. Cicerón describió la palabra como «lo que nos ha unido en los lazos de la justicia, el derecho y el orden civil, lo que nos ha separado del salvajismo y la barbarie». Para Cicerón, la palabra era un signo de la naturaleza inherentemente comunitaria y cooperativa de la humanidad y una de nuestras mejores herramientas para crearnos una vida próspera.
Divino reparto de facultades
Según Cicerón, la dotación de la humanidad con la razón divina une a todas las personas dentro de una única mancomunidad mundial. Cada ser humano tiene dos personalidades, una que es universal para todos y otra que es específica de cada individuo.
Todos debemos hacer lo que más nos convenga siempre que no perjudiquemos a los demás.
Cicerón describió la primera persona escribiendo que «una es común, derivada del hecho de que todos tenemos una parte de razón». Esta persona representa nuestra humanidad común, que da derecho a cada persona a la dignidad y el respeto; «así pues, cualquiera que sea la definición del hombre, la misma definición se aplica a todos nosotros. Esto es prueba suficiente de que no hay diferencia esencial en la humanidad».
La segunda persona de la que cada uno está dotado es totalmente única. Cada persona tiene puntos fuertes, puntos débiles y gustos diferentes. Cicerón sugiere que esto no es motivo de contienda, sino que todos debemos hacer lo que más nos convenga, siempre que no perjudiquemos a los demás. Aconseja que «cada uno se aferre a lo suyo en la medida en que no sea vicioso, sino peculiar, para que la apariencia que buscamos pueda alcanzarse más fácilmente». La creencia de que cada ser humano contiene una pizca de divinidad en la forma de sus facultades divinamente ordenadas hace que la filosofía de Cicerón sea sólidamente individualista en su núcleo.
La naturaleza comunitaria de la humanidad
Teóricos políticos como Thomas Hobbes creían que las comunidades políticas nacían de los miedos y ansiedades mutuas de las personas. Según Hobbes, los primeros seres humanos se unieron para protegerse de lo que él denominó «la guerra de todos contra todos». Por miedo y deseo de autoconservación, acordaron como parte de un contrato social no infligirse daño unos a otros. En tiempos de Cicerón, el escéptico Carneades sostenía opiniones similares a las de Hobbes. Al igual que Hobbes, concluía que la justicia era convencional y conveniente, y no natural y eterna.
«los hombres nacen para el bien de otros hombres, para que puedan ayudarse mutuamente»
Cicerón discrepaba tajantemente de esta visión del mundo. Creía que toda la humanidad tenía afinidad hacia el afecto mutuo y la cooperación. Cicerón afirmaba que, debido al instinto natural de la humanidad por el amor y la amistad, la justicia era la razón por la que la gente se unía, no el miedo y el beneficio egoísta; «los hombres nacen por el bien de otros hombres, para poder ayudarse mutuamente». Debido a la capacidad de expresión de la humanidad, Cicerón intuyó que el ser humano debe ser por naturaleza un animal comunitario que busca el afecto y el amor no sólo de sus parientes, sino de todas las personas. Para Cicerón, este instinto natural era el núcleo de los asuntos humanos.
La primacía de la justicia se promueve constantemente en todos los escritos de Cicerón, pero es especialmente frecuente en su libro De Officiis, en el que escribió que «la justicia es la coronación de todas las virtudes». Cicerón estaba tan dedicado a la idea de la justicia como fuerza rectora de toda conducta humana que incluso sostenía que las bandas de ladrones, a la hora de repartir sus botines, operan dentro de un sistema rudimentario de justicia; «su importancia es tan grande, que incluso aquellos que viven de la maldad y el crimen pueden arreglárselas sin algún pequeño elemento de justicia… si el llamado capitán pirata no repartiera el botín imparcialmente, sería abandonado o asesinado por sus camaradas».
Conclusiones de Cicerón
Cicerón llegó a dos conclusiones clave sobre el derecho natural. En primer lugar, argumentó que las facultades de la humanidad demuestran que estamos diseñados para cooperar juntos. La vida política y comunitaria es natural y, como garantiza la justicia, necesaria para el florecimiento de las personas. En segundo lugar, esbozó cuatro principios básicos de justicia natural que deben seguir las sociedades: no agredir físicamente a los demás sin motivo; respetar tanto la propiedad privada como la común; cumplir nuestras promesas; y ser amables y generosos con los demás dentro de nuestras posibilidades.
Cicerón intuyó su filosofía política examinando el mundo natural y la naturaleza humana.
Cicerón intuyó su filosofía política examinando el mundo natural y la naturaleza humana. Su intento de comprender una justicia rectora eterna ha influido en innumerables pensadores prominentes, especialmente en la Inglaterra del siglo XVIII y en la temprana república americana, donde fue venerado por su mente forense y su carácter moral. Aunque las conclusiones de Cicerón sobre el derecho natural no son infalibles, su obra influyó en toda una tradición de filosofía política basada en los derechos.
Publicado originalmente el 31 de mayo de 2018
Paúl Meany
Student at Trinity College Dublin studying Ancient and Medieval History and Culture.