VALORES – ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 158.
La semana pasada en asamblea de condominio una propietaria se quejaba de una mascota que dejaban toda la mañana sola en un apartamento y aparentemente en su soledad el perrito se dedica a ladrar, que es lo que sabe hacer, con la alteración correspondiente de la tranquilidad de los otros habitantes. Otra vecina manifestó que era «injusto» que una Sra. se quejara de una indefensa mascota porque ladraba un «poquito», si nadie más se «quejaba». Según su intervención debemos ser tolerantes y los animalitos no se deben maltratar y reprimir. Indudablemente las dos señoras deseaban la paz del edificio: una sin alteración de ruido y la otra, pidiendo que los demás no reclamen por, según su punto de vista, tonterías.
En la noche, un acontecimiento que ya estamos empezando a ver nuevamente en Colombia, tuvo lugar: Una carga explosiva detonó en un barrio popular, cerca de un módulo de asistencia inmediata de la policía. Balance: 35 heridos, cantidad de viviendas y comercios afectados en su estructura y 2 niños muertos, uno de 12 años y otra de 5.
A primera vista nadie parece entender porqué suceden estos actos. Sesudos analistas empiezan a interpretar el “descontento social”. Dirigentes muy bien intencionados entienden que esos son casos donde las partes “en conflicto” manifiestan su capacidad, antes de acceder a ir a una mesa de negociaciones. Alguna nueva dirigente adopta un bajo perfil, aunque está clara y ha manifestado que los policías son asesinos monstruosos. Otra dirigente que está clara en que los organismos internacionales deben juzgar a la “policía” colombiana y limitarla lo más posible, lamenta lo sucedido y abraza comprensivamente a la madre. La madre del niño que “cayó como víctima colateral” cuando iba feliz a hacerle un mandado, indica no tener rencor contra nadie. Las organizaciones sindicales como aquella que “lucha” por los derechos de quienes educan a estos niños, o aquella que convoca a parar el país en forma indefinida contra las injusticias del gobierno por no sentarse a negociar, o aquellas que propenden porque esos niños tengan garantizada su educación gratuita, o aquellas madres y congresistas que soportan a los “valientes» jóvenes indignados que destruyen el transporte o queman alcaldías o bloquean ambulancias, o destruyen almacenes, para acabar con las injusticias, entienden que es necesario manifestar una gran preocupación. Aunque para ser honesto, hoy 5 días después, no he oído muchas declaraciones al respecto.
Lo único positivo, dentro del pesimismo, es que todos, absolutamente todos quieren la paz. Hasta quien colocó la carga, como quien lo contrató, desean que los dejen en paz hacer lo que ellos desean. No consideran justo que les impidan volar las instalaciones desde donde los policías “malos” tratan de impedirles su “actividad» dentro de la comunidad. El pueblo debe entender que nada más indicado que el uso terrorista de los explosivos para lograr la “PAZ».
Definitivamente estoy por pensar que PAZ, no significa, no violencia. Creo que se debería revisar la definición. Pareciera que está tomando en estos meta universos modernos un nuevo significado. Un poco revolucionario, pero hay que entender que el mundo del “progreso” nos lleva por nuevas sendas. Deberíamos someter a consideración un nuevo concepto y definición asociada:
PAZ: Tranquilidad que se pretende, permitiendo a alguien hacer lo que desee sin impedimento legal que atente contra su “derecho sagrado a la rebelión” y a indignarse y atacar otros miembros de la sociedad.
El concepto asociado en esta modernidad es que hacer lo que quiera solo depende de la capacidad de alguien de hacer daño o inspirar temor, pero no debe haber impedimento legal porque se podría generar violencia por el derecho a la defensa que le asiste si tratan de impedir el cumplimiento de sus deseos y esa violencia atentaría contra el anhelo general de paz. Por tanto, no se puede ni imaginar esa posibilidad de reprimir esos deseos. Un buen ejemplo en la práctica sería que no debe haber impedimento legal para cumplir la aspiración y derecho como ser humano de reelegirse indefinidamente. Si alguien trata de hacerlo el ciudadano aspirante a la reelección puede ejercer su derecho a aplicar la violencia que considere necesaria. Hasta someter a una ciudad al no suministro de alimentos, si tiene la capacidad de fuerza para lograrlo apoyado en sus esbirros. Otro ejemplo puede ser que cualquiera tiene el derecho de desconocer un gobernador electo democráticamente y nombrar un “protector» oficial a los estados reportándole directamente y prometiendo arrasar con sus esbirros a quienes pretendan oponerse a ese deseo. Un ejemplo más es el derecho que le asiste a cualquier mandatario a encarcelar a todos aquellos que deseen competirle en unas elecciones. Solo debe contar con el apoyo del tribunal supremo y sus esbirros para ejercer ese legítimo derecho.
Para los organismos internacionales, sean cortes o cuerpos de naciones buscando una convivencia cada vez mejor, sería un alivio no tener que confrontar el desagradable trabajo de emitir un comunicado de “profunda preocupación” por algo que hace alguno de sus miembros.
Obviamente si se extiende la definición y se acepta el concepto, habría algunos cambios en el funcionamiento tradicional de la sociedad: La sociedad debe adaptarse a trabajar solo cuando no haya “indignados” que lo impidan. La policía debería demostrar que no va a atentar contra alguien para impedirle su sagrado derecho a la rebelión indignación y destrucción. Para ello debería eliminarse cualquier instrumento o indumentaria que pudiera ser considerado como herramienta para ejercer la fuerza. Cualquier comunidad, clan, organización, o agrupación que sienta que la fuerza pública pretende impedirle “algo”, y por ende no es su “amiga” está en su derecho a dar un escarmiento y “retener” y expulsar de “su” territorio a los miembros de esa fuerza pública que osen acercarse a sus predios. El enunciado de las hoy llamadas leyes y decretos emitidos por el órgano legislativo debe empezar a contener un léxico apropiado a la PAZ. Las manifestaciones del poder legislativo deben exhortar a los ciudadanos a evitar algunas conductas, pero en ningún momento deben dar lugar a ser interpretadas como restricción legal para hacer algo que impida el libre desarrollo de la personalidad de los ciudadanos y lo lleven a indignarse e interrumpir el idílico ambiente de “amor y paz”. Por ejemplo: “Se exhorta al primer mandatario a no tratar de reelegirse indefinidamente”. “Se exhorta a los ciudadanos a no apropiarse de bienes que pertenecen a otros”. “Se exhorta a los estudiantes a no destruir sus centros de estudio”. “Se exhorta a los ciudadanos a no producir, refinar, comprar, vender o consumir sustancias nocivas para la salud”. “Se exhorta a la ciudadanía a no utilizar explosivos que pudieran causar daño”.
El cuerpo colegiado como tal debería convertirse ahora en “Órgano de Consejería Ciudadana” y cambiar su nombre a CONCI CONSA (CONsejeria CIudadana de CONductas SAnadoras)
Como podemos ver por los acontecimientos vividos en los últimos años, nuestros pueblos pareciera que se están preparando cada vez más para el progreso. Están algunos de ellos aspirando a convertirse en progresistas y miembros de sociedades ideales, dejando de lado la “barbarie de antes” cuando se encarcelaba a la gente para evitar la repetición de algunos hechos y en ciertas comunidades hasta se ordenaba la pena de muerte a ciudadanos considerados una amenaza para la sociedad.
Esperemos que, si seguimos en esta transición hacia el progreso, la moneda para pagar la paz no termine siendo la permisividad, porque el precio puede ser muy alto.

BOGOTÁ – COLOMBIA.
