¿Quién tiene la razón?

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 228.-


En días pasados leía sobre los consejos de un asesor de parejas que, en forma seria, mencionaba una estrategia que ha circulado ampliamente en forma jocosa por las redes: Más vale que la pareja esté feliz que tener razón.

El comentario ligero es a propósito de situaciones que se están presentando sobre temas controversiales de impacto. Todos conocemos verdades, muchas de ellas enmarcadas en hechos científicos o producto de investigaciones y comprobaciones, que son irrefutables. Sin embargo, en nuestros días, venimos recibiendo una serie de afirmaciones que se tratan de vender como “verdades absolutas”, dentro del marco de “narrativas” tendenciosas. Se pretende que quien no esté de acuerdo con ellas, tanto como en el caso de las irrefutables, está errado, no tiene la razón.

Las fronteras deben ser cerradas (o abiertas); La corrupción es predominantemente pública (o privada); Los organismos internacionales de financiamiento son demonios explotadores (o son apoyo financiero para el progreso); La salud no puede ser negocio (es una industria); La sociedad no puede basar su progreso en el deterioro de los recursos naturales (los recursos son para ser utilizados); Todos los seres humanos somos iguales, las diferencias en su desempeño solo están relacionadas con las oportunidades (los seres humanos no somos iguales).

Los temas citados y que hoy ocupan una posición clave en la agenda mundial de las sociedades, no solo son objeto de la consabida polarización. Son claves para la organización y funcionamiento de las sociedades y la forma como se deben encarar los planes de cualquier comunidad. 

Supongamos por un momento que, en medio de un gran sistema democrático perfecto, mediante un referéndum mundial, se soluciona la controversia en cada uno de los dilemas planteados y se le da la razón a una de las posiciones por gozar de la creencia de la mayoría. No estamos hablando en este caso de la peligrosa frontera entre ser tolerante y ser permisivo. Estamos hablando de casos donde se establece una diferencia de apreciación y en algunos casos hasta se soportan las posiciones con argumentos técnicos, estadísticas e historia.  ¿Después de “asignar” o “apropiarse” de la razón, la pregunta inmediata es “y ahora” que hacemos? ¿En alguna parte está establecido que haber recibido la unción de las mayorías o los agentes decisorios, y declarársele a alguien, como poseedor de  la razón, significa que debe estar claro y saber qué hacer con esa razón? ¿En el caso de un problema dado, tener la razón en el diagnostico, significa estar claro cuál es la solución o la ruta a seguir? .

¿Tener razón significa, poder declarar la guerra a quien no se le concedió la razón? ¿Declararlo como sin razón o culpable de yerro? ¿Hacerlo desaparecer? ¿Someterlo?

Tomemos como ejemplo un debate que se presenta cada vez más en nuestros países: Los culpables de los problemas económicos de nuestros países son los empresarios por su apetito exagerado por hacer ganancias a costa de la población vs, los culpables de los problemas económicos de nuestros países son los políticos y servidores públicos por su afán exagerado de hacer crecer el tamaño del estado. ¿Lo sometemos a un referendo? ¿Y… después que hacemos con el resultado? ¿Están o “estamos” claros los aspirantes a obtener la razón, sobre los pasos a seguir para implantar, “su verdad”, “nuestra verdad”? .

Esta semana hubo noticias sobre algo que está sucediendo cada vez más en nuestras sociedades, como respuesta a las estadísticas de inseguridad: Ejercer castigo como justicia, por mano propia. En uno de nuestros países latinoamericanos están circulando anuncios de comunidades indicando que, delincuente capturado por la comunidad, será quemado.  ¿Si una comunidad por mayoría entiende que tiene la razón en la necesidad de castigar en el acto al culpable? Que decide   que quien piensa que se debe investigar y dar la oportunidad de defensa, esta errado. ¿Podrá, después de adoptarla como verdad, establecer un impuesto adicional para compra de combustible? ¿Crear un procedimiento legal para elegir y remunerar verdugos y sus turnos de operación? ¿Reglamentar la disposición de los restos de los delincuentes?

Más allá de las preguntas resultantes sobre el paso siguiente a la declaración (normalmente promocionada por el “ganador») y frente a cualquier dilema ético como los planteados por la reducción al absurdo, en el tema relacionado con la seguridad, apreciado como clave hoy en día cara al futuro, la realidad que se puede extraer es, que a pesar de su planteamiento típico según las narrativas de cada sector, difícilmente se puede reducir el problema, a definir una respuesta simple (o simplista?) sobre quien es el dueño o poseedor de la razón.

Tomemos un ejemplo de corto plazo, surgido y vivido recientemente: la pandemia del virus. Recuerdo las primeras reacciones de la pretendida polarización asociada a narrativas: La verdad: debemos parar la economía porque atenta contra la vida. ¿QUIEN TIENE LA RAZON? ¿SI O NO? Pronto el mundo comprobó que sin economía no hay vida y sin vida no hay economía.

¿Aplicamos el mismo razonamiento a todos los ejemplos planteados anteriormente? ¿Educación, Salud, Fronteras, Seguridad, Trabajo? Parece que pudiéramos llegar a situaciones absurdas, que nos demuestren, como en el caso de justicia por mano propia, que el gran problema no es que se le asigne o acepte la supuesta razón a alguien que la venda con una narrativa, sustento técnico o visceral. Lo realmente importante son las acciones que se deben tomar a partir de esa supuesta concesión de la razón.

¿Qué sucede si El Capital es culpable? ¿Si los Inmigrantes son culpables de la Inseguridad? ¿Si la Salud no puede ser negocio?  ¿Si la libertad humana es absoluta y cada uno puede hacer lo que desee? ¿Si la Rebelión es un derecho sagrado? ¿Hay respuestas aceptables de qué hacer, cómo actuar, cuál es la hoja de ruta para implantar estas “verdades” y actuar en consonancia, en la comunidad que las adopte?

Reflexionando un poco y considerando hasta dónde estamos llegando para implantar “cambios” basados en asignación de verdades o razones debatibles, la situación se puede ver diferente.

Parece que pudiera presentarse en todos los casos, por el mismo razonamiento de reducción, el absurdo que se planteó con la inseguridad. Hay “verdades” que, de darse por aceptadas, conducen a acciones imposibles porque chocan con realidades.

Ejemplos de conflictos y respuestas simples, a las pretendidas “verdades absolutas” de narrativas, mencionadas anteriormente, podrían ser:

No hay trabajo, salud, o educación, sin capital.

No hay derechos, sin medios para sufragar los costos.

No hay movilidad absoluta (no fronteras), sin conceptos básicos generales de justicia.

No hay producción sin demanda.

No hay suministros sin producción.

En general no hay igualdad, sin reconocer las diferencias. (¿paradójico eh?)

No hay progreso sin ambición personal (beneficio esperado).

Respuestas simples, ¿verdad? Una vez entendidas y asociadas estas verdades de Perogrullo, viene el verdadero problema: ¿cuál es el real sustento de pretendidas verdades? ¿Solo la narrativa que vende y convence?

Más que insistir en una polarización, juicio (pretendido) y supuesto mandato de acciones unilaterales guiadas por quien ganó la razón, el resultado debe ser, tener la capacidad de acordar una hoja de ruta que lleve a la comunidad a un resultado final deseado: la convivencia sostenible.

Es interesante cómo cada vez más, hasta candidatos a reelegirse, plantean la necesidad de cambio como la vía al progreso.

La selección de lideres basados solo en la voluntad de hacer cambios, y la supuesta posesión de la verdad y la razón, puede conducir a callejones sin salida, por estar en contravía con las realidades.

Dejemos el populista ¿“QUIEN TIENE LA RAZON”?  y concentrémonos preferiblemente como sociedad, en definir el camino a seguir de la mano del conocimiento (y reconocimiento) de realidades, al seleccionar lideres y comprometer esfuerzos. Especialmente si deseamos ser sostenibles como comunidades en el tiempo.

¿Qué hacer? Promover en nuestros descendientes desde párvulos, la necesidad de escuchar, entender y respetar el pensamiento de los demás, para percibir y entender realidades, que nos conduzcan a soñar en alcanzar aparentes utopías, que se pueden convertir en realidades, con la suma de esfuerzos y la conjunción de propósitos.



Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.



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