Racionalizaciones irracionales

ENFOQUE LIBERAL – EL CANDIL – AÑO IV – N° 171.

La afirmación de un principio implica que el sujeto que lo afirma lo ha aceptado e integrado en su bagaje cognitivo y, en consecuencia, se encuentra en la capacidad de fundamentarlo, es decir, que puede desarrollar una explicación razonable que certifique la validez del principio en cuestión.

Siguiendo esta línea, un principio es una verdad primaria, de la cual depende una serie de premisas o verdades secundarias. En cuanto a lo que es la verdad, cabe señalar que esta es el reconocimiento de la realidad, es decir, la identificación de lo que es (mas no de lo que uno quiera creer que es).

Por ejemplo, cuando un nutricionista prescribe a su paciente una determinada dieta, está basándose en principios tales como que una menor ingesta de carbohidratos contribuye con la pérdida de peso, que la reducción de sodio en las comidas previene la presión arterial alta, etcétera, y cada uno de estos principios tiene como fundamento el estudio de la realidad, enfocado en el análisis del cuerpo humano y los múltiples procesos que en este se llevan a cabo.

Esto es extrapolable a cualquier otra profesión u oficio e incluso a cualquier aspecto de la vida, esto en virtud de que, en toda serie de acciones encaminadas hacia un determinado fin, están implícitos aquellos principios que hicieron posible la planificación y diseño detrás de la acción emprendida. Por más simple o complejo que sea lo que se haga, al menos un principio estará presente (y el principio básico a todos los demás es el reconocimiento de la realidad).

El problema está en que no todas las personas son conscientes de los principios que practican a diario, y muchas veces tienden a crear excusas con las cuales buscan justificar su proceder. Esto es algo conocido como racionalización: la pretensión de darle sentido lógico a un sin sentido (comúnmente un capricho irracional).

Las personas que habitualmente hacen esto, en realidad buscan alinear los hechos con sus emociones, puesto que su falsa autoestima y mal llamado orgullo (el orgullo es el reconocimiento del logro honesto de los propios objetivos y de lo valioso que es uno) les impide reconocer que han cometido un error.

En este contexto, es típico escuchar o leer excusas tales como «nadie es perfecto», «nadie puede estar seguro de nada», «tú tienes tu verdad y yo la mía», entre tantos otros manotazos de ahogado que, en principio, pretenden negar la validez de la realidad y el poder la razón en función de darle primacía a «lo que sienten que debe ser», es decir, a sus emociones, aunque estas no tengan asidero alguno más que sus propios caprichos.

Este tipo de comportamiento es algo que puede esperarse de personas que conducen su vida de forma errática, que no son capaces de desarrollar emociones sanas, cuyos principios no los encaminan hacia el logro de su felicidad, sino al lodazal de la frustración, el resentimiento y la envidia.

Podría considerarse que sujetos así no representan mayor peligro para la coexistencia en sociedad y el progreso de la misma; sin embargo, cuando son los académicos, catedráticos de universidades, líderes de opinión y gobernantes los que, a pesar de su grado de preparación, incurren en este tipo de racionalizaciones, entonces sí hay que alarmarse, pues son ellos los principales propagandistas de los más letales principios filosóficos, aquellos que distorsionan, entumecen y neutralizan la mente del hombre; y siendo la filosofía el fundamento de todas las ciencias, es decir, el pilar de la vida humana, solo cabría esperar que el curso de la humanidad tienda hacia su extinción, como, en efecto, muchos pretenden que suceda.


Negar la validez de la realidad o distorsión de la realidad
Enfoque Liberal
Enfoque Liberal

Concebido con el objetivo de difundir las ideas liberales en los distintos campos que rigen la vida del hombre, tales como la Economía, la Política, la Ética y la vida en sociedad. Las publicaciones que se realizan en esta página se basan en el conocimiento adquirido del estudio del Liberalismo Clásico, el Objetivismo y la Escuela Austríaca de Economía.

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