Revolución del léxico. Alimento para el alma.

VALORES – ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO III – N° 116.

Esta mañana veía en la televisión una campaña que está promoviendo una ley que regule la presentación de los alimentos. Parece que, como en otros países, se trata de disminuir los riesgos de la mala alimentación. Algo así como tratar de disminuir el impacto de la llamada “comida chatarra” en la población, mediante la información que pueda desincentivar su consumo al darles a conocer los ingredientes o contenido que pueda causar efectos nocivos a su salud.

La publicidad mediante campañas bien diseñadas y dirigidas estimula su consumo especialmente por poblaciones “objetivo” sin mucha información, como pueden ser los niños, basándose en sus gustos y reacciones inmediatas.

Es conocida la campaña de una primera dama del país más desarrollado del mundo, respecto a la alimentación de los niños, a raíz del problema de obesidad infantil que afecta esa nación. Elementos como grasas, carbohidratos, azúcares, proteínas, vitaminas, minerales, juegan un papel importante en la elaboración, preservación, sabor y presentación, que hacen atractivo el producto e inciden en su consumo.

Si a todo lo anterior se le adiciona una campaña publicitaria dirigida a los sentidos y a despertar emociones y recuerdos con imágenes y frases como, crujientes, sabor tradicional, delicioso, casero, bajo en grasas, sin azúcar añadido, energético y saludable, se prepara el coctel perfecto para hacer tentadores y poco resistibles a su consumo los productos, especialmente por las personas menos conscientes del potencial daño y más emotivas. Las consecuencias se sienten después: mala salud física.

Guardando las proporciones, pienso que tanto o más importante que la alimentación para el cuerpo, es la alimentación para el alma o espíritu, o si se quiere, para la “Psiquis”, ya que esta es la que dirige el comportamiento humano.

Esta alimentación está muy relacionada con aspectos emocionales. Yo puedo alimentar mis sentimientos de amor, odio, deseo de venganza, sensación de seguridad, inseguridad, superioridad, dependiendo de los mensajes que le envíe al cerebro.

Como animal racional el ser humano puede, mediante deducciones asociadas a sus experiencias, modelos y expectativas, decidir adoptar algunas actitudes y generar sentimientos. Sin embargo, como en el caso de la “comida chatarra” puede ser el objetivo inconsciente de mensajes, acciones, ejemplos, que lo lleven a adoptar comportamientos “reactivos”, sin mucho contenido de análisis.

Comúnmente se dice de algunas personas que son muy “emotivas”. No es sorpresa saber que la mayoría de las campañas donde se “vende” una persona, idea y hasta inversión, son de alto contenido emocional. Lo que Ud. se debe estar imaginando es correcto: Las campañas políticas son altamente emocionales y llenas de mensajes, comportamientos, actitudes, de los aspirantes para destacar su “superioridad” respecto a sus contendientes. Hasta aquí no pareciera nada nuevo. Las campañas políticas son competencias de mercadeo altamente basadas en mensajes directos, que se utilizan en forma masiva y repetitiva, para que se grabe en el inconsciente, léxico cuidadosamente seleccionado. Estos mensajes se convierten en alimento para la “Psiquis”.

Cuál es la calidad de ese alimento? Hay mensajes “Chatarra”? Podemos promover que, en el alimento para esa psiquis, se regulen los mensajes chatarra?

Hace mucho tiempo, antes de los avances en las campañas políticas, la publicidad detectó la inconveniencia de desacreditar o atacar productos de la competencia en una forma abierta, sin bases firmes y con hechos no comprobados pretendiendo, para mostrar la superioridad de un producto, demostrar la inferioridad de la competencia.

En el mundo de las campañas políticas, aparentemente esto no se ha logrado completamente. Es la justicia con sus largos procesos la que decide si hubo calumnia, descredito o escarnio público. Los candidatos saben que “el pueblo” no va a esperar los resultados de esos juicios y con su contra valor de juzgar por titulares, emite y adopta un veredicto inmediato si se lo “inyectan” adecuadamente. Es un hecho que muchos candidatos a posiciones de elección popular tratan de demostrar su superioridad, solo mostrando la inferioridad de su competidor, descalificándolo.

Pensemos por un momento en los nombres-adjetivo o los adjetivo-nombres que se vienen utilizando en nuestras campañas: URIBESTIAS, PETROÑEROS, TIBIOS, MATARIFES, NARCOPARAMILITARES, NARCOGUERRILLEROS, OBSERVADOR DE BALLENAS, COMEFLORES, RATAS, INCENDIARIO, CACAS, ESCUALIDOS, APATRIDAS, CAPITALISTA SALVAJE, BURGUESES, CHAVEZTIAS, BOLICHICOS, DINOSAURIOS, ENCHUFADOS, LAMEBOTAS.  

Ese es el léxico que es común en nuestras campañas. Ese es el alimento que se está inyectando para “alimentar la Psiquis” de nuestros pueblos. Pueblos con los que esperamos construir un mejor país.

Cual podrá ser la salud mental de nuestros pueblos después de estar sometidos a esta andanada de “alimento chatarra” o veneno? Los “laboratorios” de producción de estos “alimentos” para el espíritu trabajan afanosamente para demostrar la superioridad de su candidato, simplemente con el descrédito del oponente.

Las enfermedades de odio, resentimiento, frustración, ira, ya no están en el inconsciente solo durante una campaña. Ya se encuentran a flor de piel todo el tiempo. ¿Por qué ha de extrañarnos que, al año o año y medio, ninguna autoridad electa sirva? No es acaso que sigo recibiendo y consumiendo el “alimento” que me ratifica que mi candidato era el merecedor de ganar, que la mayoría de los electores se equivocó a pesar de que yo traté de convencerlos, y que a toda costa yo debo tratar de impedirle que haga algo que vaya contra mi opinión? Mi “alimento” me mantiene convencido que es un irrespeto que yo acepte que siga tratando de gobernarme, si yo sé que no sirve. ¿No estoy autorizado por todos los medios, a evitar que un “antisocial” que piense diferente a mí no debería ni existir?  ¿No soy yo acaso el mandado a evitar que existan quienes lo apoyen? Creo que según las inyecciones que he recibido como “alimento” eso es lo que se espera de mí.

¿Cree usted que debemos promover la disminución del consumo de comida chatarra del espíritu informando mejor a quienes nos siguen sobre los verdaderos valores? ¿Será tarde?

Bogotá – Colombia

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