ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 168.
Es interesante ver el desarrollo de una campaña presidencial. Pareciera una vitrina para exhibir las características de los dirigentes y sus seguidores, de una sociedad, de un país, a nivel internacional.
¿Serán un buen termómetro para tratar de medir los valores éticos de una comunidad y sus representantes?
Países con una democracia consolidada y con constitución y leyes que tratan de regular la interacción de los miembros de su sociedad y los roles y responsabilidades de instituciones creadas para asegurar el balance en el ejercicio del poder concedido por el pueblo a sus autoridades electas, se denuncian al mundo como que se están hundiendo en el fracaso. No están exentos del ataque de personas o grupos que predican que se necesita algo y alguien para salvar a todos porque el país y su sociedad se están hundiendo en el fracaso. Campaña tras campaña unos y otros, candidatos y electores, se dedican a pregonar que nada sirve, que el país es un desastre, que no se practica la democracia. La desesperanza es la cosecha que el pueblo debe recolectar producto de los errores y comportamiento de dirigentes previamente electos y de otros que no han logrado serlo. El pueblo con “la guía” de sus dirigentes se convence que se ha equivocado consuetudinariamente por no haber elegido a los poseedores de la verdad y razón y por tanto, su única opción en cada elección, es insistir en la búsqueda del poseedor de la verdad, la astucia, la fuerza y la habilidad para ordenar cambiarlo todo y así conducirlo de la mano y sin esfuerzo al disfrute del país edén que se merece. A la tierra prometida.
Esa verdad, que todo anda mal, siempre es vendida por los aspirantes a mandatarios. En realidad, si se lo creen como lo transmiten o no, casi que carece de importancia. Lo importante es alcanzar la mayoría. Aunque sea precaria, por un puñado de votos. Lo importante es ser el ejecutor del cambio para hacer su país, el mejor del mundo. Durante la campaña, sin embargo, es muy importante encontrar y ofrecerle al pueblo un culpable. Es la forma de ofrecer una solución. Yo sé quién es el culpable y si Uds. me ayudan yo puedo castigarlo y aplicar el remedio que tengo, infalible, la verdad que me fué revelada, para salvar la sociedad. Así de campaña en campaña los ofrecedores de cambio y designadores de culpables, aspiran e invierten cantidades difícilmente calculables del dinero de todos, en demostrar que el pueblo siempre ha estado equivocado. Pero ojo, sin decirle al pueblo que sea culpable. Los otros seres malos que ejercen el poder siempre han engañado a sus mayorías electoras.
Creo que pudiéramos elaborar un libro de texto con la narrativa descrita anteriormente para que nuestras asociaciones de educadores lo enseñen oficialmente y ahorraríamos enormes cantidades de dinero de campañas. Así pudiéramos llevar a cabo elecciones en un ambiente más festivo, menos confrontacional para elegir a quienes nos van a engañar el próximo periodo.
No he escuchado en ninguna entrevista, a los eruditos y mesías del cambio, que alguien les pregunte qué rescatarían de los últimos 15 años de su país. Qué continuarían haciendo de años anteriores, cuales características positivas le reconocen al, o los mandatarios anteriores y cuales ideas le gustan de sus competidores aspirantes al cargo. Probablemente con respuestas a esas preguntas el electorado menor de 30 años tendría una dificultad mayor al decidir renegar de su país al escuchar algo más que cosas desagradables de su historia reciente.
Probablemente sería bueno saber cómo ha cambiado el índice de analfabetismo. Saber cuántos kilómetros de carreteras se han aumentado. Cuál es el índice de consumo de proteínas. Cuál es el índice de estudiantes universitarios de la población. Cuál es el índice de camas hospitalarias disponibles. El índice de inversión extranjera en el país. El índice de movilidad de pasajeros nacionales e internacionales… ¿No hay nada positivo, rescatable en el país producto del trabajo de nuestras generaciones anteriores con sus lideres e instituciones? ¿Será que ahora tenemos que revolcar el país para mejorarlo? ¿Será esa la salida en cada uno de nuestros países en Latinoamérica? Porque el discurso en todo el continente es el mismo.
¿No será posible encontrar la vía para hacer los cambios o ajustes que realmente nos mantengan en la ruta de mejorar, sin tener que desperdiciar los esfuerzos y logros previos? ¿Estaremos condenados a la polarización y a la eliminación de quien no piense como yo? ¿Aceptar que el bien de la sociedad se obtiene solo si la mitad se pliega y acepta impasible lo que decida hacer la otra mitad? ¿Tendremos que llegar a que las sociedades tienen que apostarle a la suma cero por su incapacidad de sumar?
Yo también creo que se necesita un cambio. Hay muchos ejemplos de situaciones y resultados en los que se debe trabajar: Una sociedad que permite que impunemente se asesine a sus niños de hambre o en tiroteos. Una sociedad donde casi que se acepte que la forma de obtener el concurso de otro es amedrentándolo o permitiéndole impunidad. Una sociedad donde ejercer cargos públicos signifique autorización para enriquecerse o no estar de acuerdo con el líder de turno significa la imposibilidad de aportar sus conocimientos. Una sociedad donde se de por aceptado que quienes saquean los recursos del estado, bien sea robándolos, incumpliendo contratos o malgastándolos legalmente, pasándose 15 años en una universidad, puedan ser considerados honorables.
Una sociedad que padezca de los ejemplos anteriores es una sociedad que tiene que trabajar toda ella para mejorarlos. Trabajar en un esfuerzo conjunto, ya que sin sumar es prácticamente imposible superarlos. No cabe la suma cero. No se puede destruir lo construido. No es una revolución liberadora. No puede haber resultados positivos si la ganancia de unos es a costa de la pérdida de otros. Eso es caminar hacia el estancamiento y desperdiciar oportunidades a un costo cada vez más alto para las generaciones venideras.
El reto es que esa suma de esfuerzos debe estar montada en la revisión e internalización por parte de la mayoría, de algunos conceptos. Esos resultados favorables no se obtendrán sin la internalización individual y colectiva de los conceptos de Justicia, Honorabilidad, Responsabilidad, Ética, Compromiso. Valores Morales, como patrones de medición del comportamiento y aceptación de los demás.
Ese si sería un verdadero cambio. Radical. No de efectos inmediatos, pero si efectivos, para mejorar como sociedad y lograr un real crecimiento sostenido. ¿Nos imaginamos una campaña donde se seleccione a los aspirantes a mandatarios en este marco de valores? ¿Nos imaginamos una campaña sin los espectáculos bochornosos de descalificación, destrucción, calumnia, mentira evidente, promesas incumplibles o transacciones comerciales con el presupuesto y trabajo futuro de todos, en el típico mundo de elígeme ahora y te pago después?
¿Otra utopía? Es mejor que soñemos y tomemos acción hacia utopías, que nosotros mismos podamos convertir en realidades con el valor adicional del Esfuerzo, y no ver cómo el país y en general el continente, se nos va de las manos y se hace cada vez menos habitable. Cada vez es más difícil encontrar a donde ir, mientras frente a nuestros ojos las condiciones desfavorables de convivencia se extienden fruto de la inacción y aceptación de mayorías que terminan siendo permisivas por no sumar esfuerzos.

¿Como empezar? Con la divulgación e internalización de cuáles son los valores con los que debemos medir a los aspirantes a lideres en nuestras sociedades. Es decir, reafirmando cuales son nuestros valores, para con ellos medir a aquellos que deben acatar nuestro mandato. Nuestras generaciones venideras no nos perdonarían errar el objetivo por no aprender a sumar, en vez de dividir.