ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 235.-
Definitivamente el mundo nos está sorprendiendo cada día a un grado que, aunque parezca paradójico, viene cultivando en todos, la creencia de que ya casi nada debería sorprendernos. La permanencia de una noticia en el primer plano de la información, por algo así como una semana, es cada vez más difícil.
La competencia por alcanzar y permanecer, aunque sea corto tiempo, en ese primer lugar en la parrilla de noticias, pareciera que es cada vez más fuerte. La competencia es muy fuerte entre el renglón de noticias desastrosas asociadas al ambiente y fenómenos de la naturaleza y aquellas completamente asociadas al comportamiento de los seres humanos.
Las mayores temperaturas jamás alcanzadas y con la proyección de ser, como diría alguien, las más bajas de las que se van a presentar de ahora en adelante. Inundaciones que en muchos sitios del mundo causan miles de muertos. Terremotos sin precedentes en muchos años, igualmente con resultados catastróficos. Sequias, lluvias, volúmenes de descongelamiento, variabilidad de las estaciones en duración y temperaturas, también sin precedentes y pandemias y brotes de virus que no se veían en un siglo.
Por otro lado, las noticias asociadas al comportamiento humano son probablemente igual de desastrosas, aunque tal vez y a pesar de parecer mentira, prácticamente inexplicables. Pareciera que estamos empezando a sentir, aunque sin comprender, el grado de diversidad y letalidad que puede ser ejercido, por los representantes, supuestamente de mayor capacidad de raciocinio y capacidad del reino animal, los seres humanos.
La historia de capacidad de destrucción, con intención y utilización de la inteligencia, no por accidente, ha sido plenamente superada. El incendio de una ciudad mientras se tocaba la lira, la crucifixión, el apedreamiento, el garrote vil, como elementos de tortura y castigo, el sometimiento a la esclavitud de unos por parte de otros, el mismo canibalismo por parte algunas comunidades, han quedado minimizados con lo que en la última era ha sido capaz de ejecutar conscientemente el ser humano como castigo a otros.
También la cantidad de individuos involucrados directamente como patrocinadores, o simpatizantes animadores en los hechos, cual seres completamente irracionales, es sorprendente. Uso de armas químicas, masacres de menores inocentes, torturas transmitidas en vivo a todo el mundo, quema de seres vivos, mutilación, masacre de multitudes desprevenidas, son todas ellas noticias recientes que, aunque parezca increíble, producen un estruendoso silencio de la mayoría del mundo. Porque no puede tildarse de algo diferente al “silencio”, los histriónicos y a destiempo, discursos y pronunciamientos de representantes de las comunidades supuestamente racionales.
¿Qué puede causar presenciar en vivo y en directo, el frenesí de júbilo y celebración de seres humanos por los crímenes que acaban de cometer contra jóvenes inermes, solo culpables de querer divertirse, probablemente tratando de evadir y aislarse del ataque implacable que les causan sus mayores, quienes supuestamente son sus ejemplos y “coachs” o “influencers”, o “guías espirituales”?
De paso, también se está imponiendo, según los eruditos del comportamiento, que los seres humanos para ser felices, debemos disfrutar lo que tenemos sin sufrir mucho por lo que no podemos “cambiar”.
He tratado de formarme una idea de salida personal, ante los sucesos que se nos presentan causados por el comportamiento humano, y llegado hasta a pensar en una acción evasiva según los eruditos y he tenido que concluir que en el mundo de hoy “no hay lugar donde esconderse”. No hay donde disfrutar el retiro soñado, fruto del esfuerzo de vidas.
Inevitablemente me estoy inclinando a sufrir un viaje en un carrusel propio, de picos de optimismo (cada vez menores en número, para ser honesto) y profundo pesimismo por el futuro de nuestra descendencia.
No me considero una excepción y conversando con allegados y en forma de desahogo, el primer tratamiento que surge a modo de juicio, para esos seres causantes de las masacres y atentados contra otros seres humanos, así sea a título individual y sus admiradores, es llamarlos bestias, o seres salvajes y despreciables.
Sin embargo, tomándose en el análisis un corto tiempo para la reflexión, es necesario hacer justicia con las bestias y animales salvajes carentes de raciocinio. Ellos funcionan por instinto y, a diferencia del hombre, no son normalmente nada refinados para tratar de lograr el mayor grado posible de sufrimiento a sus víctimas. Ellos simplemente matan por instinto, para saciar su hambre y para preservar su especie.
¿Es entonces la especie humana por definición y nacimiento, por naturaleza, sedienta de sangre y amante hasta el disfrute, de la tortura y desaparición de sus semejantes? La respuesta, para mi tranquilidad momentánea, es un NO.
Si tomamos un ser humano y lo formamos en creencias asociadas a que otros seres humanos son sus enemigos y deben tratar de eliminarlos para evitar que les hagan daño, el resultado no puede ser otro que su permanente deseo de exterminarlos, sin ningún concepto de culpa y antes por el contrario esperando que sus actos generen reconocimiento, valoración y su conversión en líderes y guías por parte de quienes comparten sus creencias.
Si por el contrario, tomamos ese niño y lo formamos en el amor y respeto a todos los demás seres humanos, difícilmente va a desarrollar el deseo de infligir daño a otros, solo por el deseo de imponerles su forma de pensar. Mi conclusión es que el comportamiento asociado a tratar de exterminar a otros que piensen diferente es CULTURAL. Está asociado a creencias, valores y expectativas. Probablemente también al convencimiento que no es posible vivir en armonía con quien piense diferente. Con quien sea poseedor de otra “VERDAD” y no la que profesa mi circulo, familia, religión, grupo de ciudadanos o miembros de la congregación o aldea.
Fenómenos no explicables, no conocidos y que llevan a la aparición de creencias que se convierten en verdades que se van incorporando a los sistemas de gobierno. No estamos hablando de una religión en particular o las creencias de una secta específica. Si hacemos un ejercicio podemos llegar a la conclusión que la mayoría, de las comunidades o sociedades se han regido de una u otra forma por creencias que explican fenómenos, “sobrenaturales» en su momento. También ha jugado especial papel, el convencimiento de buena parte de los seres humanos que es posible lograr sus deseos y aspiraciones solo con seleccionar a alguien que tiene el poder de concedérselos. El ser humano necesita esas creencias para convertirlas en pilares para su funcionamiento como sociedad.
Los orígenes de la humanidad, la presencia y valor de los profetas como fuentes de sabiduría para explicar lo inexplicable a sus seguidores, las santidades como ejemplos necesarios, la relación entre poder y religión, siempre presente en la historia por un lado, y por otro, la permanente elección de “mesías” como lideres y el posterior desencanto, son ejemplos en un mundo siempre regido por creencias e ilusiones sin real fundamento.
Para los animales, la cercanía a sus fuentes de alimentación, las temperaturas y condiciones atmosféricas, son las que rigen sus asentamientos y su movilidad, lo mismo que las de sus depredadores, necesarios para mantener el equilibrio permanente.
El ser humano ha impuesto fronteras, no necesariamente asociadas a su capacidad de supervivencia. Ha establecido fronteras no naturales, fronteras políticas, probablemente pensando en la capacidad de “someter la naturaleza” y se ha dedicado a hacer inexpugnable su hogar, su reino, llámese este su cueva, su vereda, aldea, ciudad, país, o continente, introduciendo el concepto de soberanía como la “conveniencia” de no depender de otros, y compartir el menor número posible de reglas de convivencia. La soberbia de creer ser invencibles, autosuficientes y superiores a los demás, que se convierten automáticamente en sus enemigos.
¿Como superar las diferencias en creencias? ¿Como llegar a una sola “VERDAD”? Misión imposible. Y es razonable que así sea por la tradición y la capacidad del ser humano de la interpretación diferente de un mismo hecho, desde su racionalidad. El verdadero problema es ¿cómo lograr convivir con creencias diferentes, sin exterminarnos? ¿Como comprender que la famosa soberanía, interpretada como el ejercicio de la anarquía, donde cada barrio ciudad o republiqueta, hace lo que su líder le indique, lo único que puede llevarnos es al exterminio?
Si pensamos en la naturaleza y otros reinos especialmente el animal, no racional, encontramos las migraciones naturales sin fronteras. Algunas especies regresan a desovar a sus orígenes así tengan que recorrer grandes distancias. Los ríos circulan y llevan vida atravesando continentes sin alcabalas. Las especies vegetales trabajan integradas colaborando con su sombra unas a otras o en parasitismo para complementarse.
Mi única solución visualizable para el mundo probablemente sea tildada de utopía. (Tal vez pensada en un bajón en mi carrusel personal de optimismo pesimismo): Comportarnos como los animales no racionales, a partir de la decisión racional de querer salvar la especie y no cada uno su camarote, aunque el barco se hunda.
Ensayemos para tratar de alcanzar lo que hace la naturaleza. Empecemos a integrar, agrupando regiones alrededor de necesidades de supervivencia para complementar las capacidades productivas. Integremos las posibilidades económicas como lo hace la empresa privada para hacerse cada vez más eficiente, con la globalización e integración de las cadenas de suministro, pero eliminando las restricciones migratorias impuestas políticamente a los seres humanos. En la medida que hagamos regiones prosperas y no archipiélagos de pequeñas comunidades “soberanas y libres de injerencias”, podremos empezar a vivir con diferencias en creencias ante el bien mayor de sobrevivir. Posteriormente en el camino a convertir la utopía en realidad, se pueden integrar y complementar regiones hasta llegar progresivamente a convertir nuestro pequeño mundo en una aldea única, verdaderamente habitable.
En ese momento, ojalá no muy tarde, podremos haber superado la soberbia como elemento clave para la desaparición del ser humano de la faz de la tierra.
Lo otro, seria desaparecer entre murallas, cada uno en su pequeño reino, aspirando a dominar el universo.
Álvaro Ramírez
Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan. Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.