ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 175,-
Estaba ayer oyendo una entrevista a una líder deportiva colombiana sobre la situación del futbol femenino, encontrándose el equipo representativo de nacional en vísperas de disputar el encuentro final de la copa América con Brasil. Narraba las dificultades que hace unos años pasaba el futbol femenino, con escasez de sitios para entrenar y jugar, dotación, y en general, apoyo para la actividad. En esa precariedad, la entrevistada se convirtió en destacada exponente y técnica formadora de cantidad de destacadas deportistas.
Los entrevistadores dejaban evidencia de algo que parece increíble hoy en día. Que en esos comienzos no hubiera apoyo al deporte en general. Es fácilmente comprensible que el deporte puede ofrecer brillo, orgullo y promoción a los países, sus sociedades y gobiernos y brindar oportunidades de desarrollo y bienestar. La conclusión en la entrevista parecía ser, que solo puede tildarse de miopía incomprensible una baja inversión en el deporte.
Se me venía a la mente también la historia de buena parte de los ciclistas, atletas, beisbolistas y futbolistas profesionales que hoy proyectan el nombre del país y el de países vecinos.
Un porcentaje ciertamente alto de estos deportistas es de origen humilde y casi que cada uno de ellos ha sido muestra de superación y disciplina para llegar a ocupar el sitio que tiene a nivel mundial. Alguno de ellos, un astro internacional en su deporte, en algún momento ha mencionado cómo su padre, que no tenía para comprarle zapatos para practicar su deporte admirado, le convencía de que era mejor jugar en pies para darle mayor fortaleza y dominio del balón. Otros han contado, cómo su trabajo de repartidores les permitía, además de suplir sus necesidades básicas, desarrollar fortaleza para las largas jornadas que significan una competencia de 3 semanas y miles de kilómetros. ¿Lo ideal hubiera sido que cualquiera de estos jóvenes y todos los jóvenes de su edad, hubieran tenido suministro libre, de calzado, bicicletas, uniformes, espacios para practicar, entrenadores, jueces, y asistentes y como etapa posterior, cada uno decidiera cuál deporte le interesaba practicar y que hubiera siempre esperando un equipo después de su decisión, para darle cabida?
Me pregunto si a nivel mundial las asociaciones, federaciones u organizaciones deportivas invertirían en instalaciones, equipamiento, organización y apoyo administrativo, si no tuvieran a quien vender el espectáculo. Me pregunto si alguna empresa pagaría los costos de un equipo de cualquier disciplina, si no recobrara con creces esa inversión. En otras palabras, si el deporte, no fuera negocio, ¿existiría?
¿Cuánto cuesta una medalla olímpica? ¿Las sociedades deben estar dispuestas a pagar cualquier precio, a cualquiera que desee que le patrocinen su curiosidad por un deporte?
¿Por qué hay todo un proceso de preselección para escoger a quienes participen en justas deportivas? ¿Por qué no van al mundial de cualquier deporte todos los equipos de todos los países que lo deseen y tengan el dinero para pagar su asistencia? ¿Alguien compraría el espectáculo de un partido entre el mejor país del mundo en alguna disciplina y un equipo recién creado que quisiera jugar y tuviera dinero para inscribirse? ¿Por qué los equipos de Colombia, Venezuela, Chile y Bolivia no asisten al mundial de Qatar? ¿Por falta de dinero? O.. por falta de desempeño?
El asunto clave es tener instalaciones, gastar en mantenerlas y administrarlas, desplegar presupuesto ilimitado, como gasto operacional ¿esperando que se produzcan los astros deportivos?
¿Si no hablamos de deporte y pensamos en otras inversiones?
La cultura, el turismo, la investigación.
Desafortunadamente en el mundo y en nuestros países en particular, los presupuestos no pueden ser ilimitados. ¿Algo más importante que la educación? ¿Y la Salud? ¿El solo hecho incontrovertible de lo finito de los presupuestos, no hace necesario ser selectivo? ¿Tengo algún monto suficiente para garantizar la educación plena hasta nivel universitario, la salud total, la producción de obras artísticas y la práctica del deporte a nivel internacional a toda la población? La respuesta indudable es no. La deducción lógica es que es necesario tratar la inversión en forma sistemática, planificada, con objetivos a corto mediano y largo plazo. Tener en cuenta cual inversión me ofrece mayor retribución. En los casos de comunidades el resultado no es necesariamente asociado a tasas de interés de retorno. El resultado debe ser medido en aspectos como grado de sostenibilidad asociado, grado de satisfacción de necesidades básicas, aumento de productividad y competitividad, mejora de la calidad de vida. Todos ellos difícilmente cuantificables en dinero, pero ciertamente si, medibles o comparables utilizando los indicadores apropiados. Todos hemos oído hablar de expectativas de vida, índices de pobreza integral, acceso a servicios, patentes y cobertura de diferentes niveles de escolaridad.
Para hacerlo sistemáticamente, es necesario analizar los roles de los diferentes actores e internalizar desde un comienzo, que ninguno de ellos es, o puede ser tratado, simplemente como un ente pasivo, que solo recibe sin aportar algo a cambio.
¿Cuál es la participación de los practicantes o usufructuarios del presupuesto?
¿Si deseo practicar algún deporte me debe bastar con manifestar la voluntad?
¿Dónde encajan los indicadores que den una idea si determinado deportista es una buena posibilidad? ¿O si determinado aspirante a un título profesional es una buena “inversión”? ¿Debo intentar tener cupo disponible para todos los deportistas que quieran representar el país en cualquier deporte? ¿Debo intentar tener cupos y presupuesto suficiente para pagar una carrera universitaria a alguien que consuma los recursos de 2, 3 o 4 aspirantes? ¿Debo invertir en cualquier proyecto de película u obra teatral, escultura o manifestación artística, independientemente de sus probabilidades de ser exitosa?
A alguien le cabe duda que el deporte, para seguir utilizándolo como especialidad para el análisis, es área de movimiento de capitales cuantiosos? Quien osa disputar el derecho de los astros deportivos, culturales, profesionales, ¿a tener ingresos impensables para la mayoría de los mortales? Todas sabemos que mientras haya demanda, mientras vendan espectáculo, mientras congreguen multitudes dispuestas a vivir sus demostraciones, habrá equipos y organizaciones dispuestas a reconocerles su aporte y remunerarlo.
No pretendo discutir que la educación, salud, deporte, arte e investigación, sean áreas de inversión. Lo que pretendo es hacer evidente que la decisión en qué y quién y cómo hacer la inversión, debe estar asociada como en cualquier empresa, a las probabilidades que esa inversión rinda frutos. La trillada evaluación de “costo beneficios”.
Para lograr hacerlo es mandatorio la evaluación. ¿Dónde rinde mayores frutos la inversión?
Definitivamente cualquier actor debe desde etapas tempranas, demostrar que tiene las habilidades, que tiene disciplina, que es desarrollable, que puede dar resultados en un proceso de selección, para obtener apoyo a su esfuerzo, de lo contario dejaría de ser una inversión. En otras palabras, ser seleccionable como prospecto de inversión.
En el deporte, siendo simplista pudiera decirse que es relativamente fácil e indiscutible. Registros de tiempos, distancias, pesos, medallas, posiciones en el escalafón y eliminatorias, hace inevitable que sistemáticamente sobrevivan y progresen los mejores. Nadie lo discute. No es suficiente mostrar instalaciones, es necesario empezar a mostrar logros para obtener más oportunidades y ser tratado como inversión. Los “scouts” internacionales asisten, estudian, evalúan potenciales, en la medida que ven talento, disciplina y resultados, así sean incipientes.
En otras áreas también es necesario ser selectivo. Cada uno de los actores debe ganarse su posición en el escalafón y el acceso a nuevas oportunidades al evaluar sus aportes y compararse. Los organismos internacionales, las empresas multinacionales, las agencias de investigación y desarrollo también, como camino al éxito detectan potenciales actores en los cuales invertir, en cualquier parte del mundo.
¿Qué es entonces primero, el huevo o la gallina? Invertir a ver que sucede, esperando que por la gran disponibilidad y volumen de recursos se desarrollen las estrellas y los lideres, en las diferentes especialidades que requieren las sociedades para sobrevivir, o.. identificar tempranamente y medir y hacer seguimiento al avance de los poseedores de habilidades y talentos que deseen trabajar sistemática y disciplinadamente, para invertir en forma inteligente brindándoles más posibilidades? ¿En otras palabras, premiar logros con oportunidades o.. crear oportunidades para esperar logros.
¿No es posible evaluar la educación y sus actores? ¿No es posible medir los logros de los actores en salud? ¿En investigación y desarrollo? ¿En el arte? Claro que sí, y la labor se facilita si la sociedad lo internaliza y premia los valores asociados al esfuerzo, disciplina, honestidad, tesón, además del talento, que no necesariamente es por sí solo garantía de éxito. También es muy importante que cada actor individualmente entienda que este es el proceso para ser exitoso según su esfuerzo y aportar resultados a su inversionista, la sociedad.
La “igualdad” mal entendida, atenta contra la supervivencia. La distribución igualitaria sin tener en cuenta los logros conduce al fracaso. El reino animal y el vegetal son buenos ejemplos de supervivencia de los más fuertes y de las decisiones en quien invertir. ¿Qué otra cosa hace cualquier ave con los polluelos al decidir a cuál alimenta en el nido ante lo limitado de su capacidad de obtener comida? ¿Decidir al azar? O..¿Evaluar e invertir en el espécimen que presenta mayores probabilidades por su tesón y logros tempranos?
Sin la administración rigurosa de los recursos y la aplicación sistemática del esfuerzo y la disciplina, cualquier pretendida inversión y sociedad pueden ser fallidas.
Dedicar recursos a proyectos sin resultados, sin logros presentables, se convierte en gasto. Los logros son “vendibles”, los fracasos solo buscan culpables.
En algunas sociedades la necesidad de desarrollar capacidades competitivas ante otros, para progresar y hacerse más fuertes, se enfrenta a que “el problema es, que el dinero no es problema”. Sociedades rentistas donde el esfuerzo no se requiere ante los ingresos fáciles, que promueven y prometen el reparto y retribución inmerecida inmediata y no evaluada. Muchas herencias dilapidadas y países y sociedades frustradas pueden dar fe de ello. Enseñemos desde etapas tempranas a nuestros descendientes, que no es el dinero y todo lo que este compra, la variable clave para ser exitoso. Las sociedades son sostenibles en la medida que obtengan logros asociados al esfuerzo de sus miembros.
Crear oportunidades, obtener y aportar logros, para obtener más oportunidades, es el círculo virtuoso.
Quien espera pasivamente que alguien le ofrezca como dádiva, oportunidades sin tener en cuenta su esfuerzo, corre el riesgo de esperar infructuosamente toda su vida un mesías.
