La fe mueve montañas

ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO IV – N° 178.-

Últimamente en toda América han tomado mucho auge los programas en los medios de comunicación sobre la situación política en los diferentes países. Hay quienes creen que ello contribuye a mejorar la capacidad de toma de decisiones y participación de los pueblos en la construcción de su futuro. Sin embargo, no deja de ser interesante dar una mirada a los diferentes actores que participan en estos programas. Por un lado, los medios de comunicación que ven una oportunidad de incrementar su audiencia y con ello hacer su actividad más rentable dentro de lo que es el libre mercado y ejercicio del derecho a ejercer una actividad empresarial.  Los periodistas independientes o no, que también tienen derecho a ejercer su actividad profesional. Los analistas invitados que como investigadores, académicos o estudiosos de la historia y el comportamiento de los seres humanos, arrojan luces y visiones sobre las situaciones, a veces no tan perceptibles a primera vista por la audiencia en general. Y los actores políticos de carrera, para quienes “la política” es su medio de vida, que dentro de la mejor objetividad que sus intereses partidistas y personales les permite, aportan su visión, propuestas y explicaciones y promueven o justifican sus actuaciones frente a sus seguidores potenciales o militantes.  La conclusión a que se llega en la mayoría de los tópicos  tratados en estos programas se enmarcan en las líneas generales de convivencia civilizada para salir al aire. Difícilmente alguien está en desacuerdo con los grandes pronunciamientos de los candidatos y lideres políticos ya que son el resumen de los  deseos en la mayoría de la población. Las campañas y la actuación de los políticos de profesión, se caracteriza por presentar los problemas que agobian a las mayorías de las sociedades que necesitan elegir a sus gobernantes y plantear que son solucionables por el candidato que les solicita su voto para convertirse en su mandatario. Hasta aquí tanto en los estudios de grabación como en las tarimas de las plazas públicas todo se presenta por parte de los actores dentro de lo “políticamente” correcto.  

El problema se presenta como todos sabemos, cuando se plantea el debate sobre cómo se pretende solucionar esos problemas. Las estrategias electorales “honestas” plantean caminos que suenen perfectamente lógicos y que por lo general no exijan de la sociedad un esfuerzo significativo. Las campañas no tan “honestas” además de plantear soluciones que prácticamente no requieren el esfuerzo el pueblo, lo alaban como sabio, que no se equivoca y además plantea y trata de demostrar que los otros candidatos no pueden solucionar esos problemas y que están engañando a los electores. Como dicen los encargados del marketing de los candidatos, “campañas sucias” de descalificación a toda costa del adversario.

Pongámonos en los zapatos del pueblo que observa ¿El pueblo elector de sus líderes puede tener fe y pensar que, con campañas con esas características, tanto las “honestas” como las que no lo son, se puede elegir mandatarios realmente comprometidos con el mejoramiento y progreso del pueblo? Entre otras cosas, “tener Fe es creer en lo que no vemos”. Pues sí, la mayoría de los votantes tienen Fe. Al menos aparentemente creen en lo que no ven, aunque todos sepan que hay una buena dosis de engaño. Cada uno tiene Fe (¿o interés?) en su candidato y “sabe que su contrincante trata de engañarlo”. ¿De esa sumatoria, puede salir algo bueno? Con los sistemas electorales que tenemos en nuestros países, por lo menos en toda América últimamente, ¿estamos apuntándole en algún caso a ser ganadores? ¿Estamos sumando?

Pensemos por un momento en esas características: Alguien le está diciendo a los pueblos que para componer la situación a la que han llegado y que se necesita cambiar (todas plantean un cambio, hasta las reelecciones) se necesita un esfuerzo especial de TODOS, ¿electores y elegidos?  Alguien le plantea al pueblo que problemas como mejorar la salud, la educación, el poder adquisitivo, eliminar la pobreza, ¿requiere esfuerzos continuados de más de una generación?  Alguien le plantea al pueblo que ¿si partimos de la base que más de la mitad son tramposos, no hay solución posible? Alguien le plantea al pueblo que si seguimos eligiendo de la misma forma tendremos los mismos resultados y que ¿lo único que vamos a cambiar es el nombre de quien ostenta la calidad de mandatario?

En otras palabras, ¿quién le habla de valores al pueblo? ¿Quién le habla de invertir y sembrar para cosechar? ¿Quién le dice al pueblo que se debe trabajar para las generaciones que vienen porque es muy difícil sembrar para cosechar de inmediato? ¿Que no hay resultados inmediatos diferentes a los que ofrecen los negocios fraudulentos o las loterías y juegos de azar?

Pensemos por un momento en el esfuerzo de llegar a la luna. De llegar a Marte. De buscar otros mundos para vivir porque al que estamos habitando se le está acabando el tiempo. ¿A alguien se le ocurre pensar que es un esfuerzo de un periodo electoral? ¿Cuánto tiempo lleva la formación de un médico?, ¿de un musico virtuoso? ¿De un deportista profesional?, ¿de un científico? ¿Alguien aun cree que solo con un pretendido talento, sin disciplina, tesón, esfuerzo y constancia, puede llegar a ser un modelo a admirar por sus resultados sostenibles? ¿Pensamos que los resultados pasajeros y efímeros son el ejemplo a seguir? Pues sí, nuestra realidad hoy en día es esa. La población electoral espera que los resultados sean favorables. La población actúa creyendo efectivamente que la Fe (¿o el interés?) mueve montañas.

En días pasados veía en un programa de televisión que en algún país están tratando de regular el título o nombre de “influencer”. Probablemente creando un programa de formación de obligatorio cumplimiento en una institución educativa para optar al título.  Quienes comentaban la noticia, mencionaban la proliferación de los mismos en estos días. También indicaban los millones de “seguidores” que los admiran y siguen en las redes. ¿Realmente podemos pensar que es un asunto de decreto o ley? ¿Pensamos que debemos prohibirle a la sociedad, a los periodistas y a los fans que los llamen influencer para que dejen de serlo?  El problema es más de fondo. Es el seguimiento y la admiración por supuestos talentos efímeros. Es la formal manifestación de la admiración por algunos personajes que en algunos casos hasta delitos cometen públicamente. Es el que nuestros pueblos emulen y sigan “modelos” que difícilmente conducen a algo diferente a la evasión de las realidades de cada uno. Es el envidiar falsas imágenes que proyectan algunos personajes que no tienen algo más que presentar.

Guardadas las proporciones y a riesgo de opinar sobre un problema que no lo han podido solucionar connotados estudiosos de la mente humana, estamos hablando de adicciones. Es como hablar de la droga. Todos sabemos que está probado científicamente que produce daño. Que el cigarrillo mata. Que el alcohol degenera. Y todos esperamos que nuestros descendientes directos no sean presa de ellas.

Sin embargo, gracias a los medios masivos de interactuación, estamos adoptando otras drogas menos físicas y más virtuales con el mismo propósito en nuestras mentes, ¿evadir?

Y nuestras sociedades como grupo, como comunidades, ¿cuánto provecho obtienen de ese daño que se está infringiendo una parte importante de sus miembros? ¿Podemos calcular el impacto económico de esas drogas? ¿Las pasadas y las presentes? ¿Estamos dispuestos a prescindir de ellas? ¿Cuando hablamos que la única forma de eliminar su impacto es legalizándolas, nos hemos preguntado si queremos vivir en nuestras economías sin su “beneficio” económico? Lograrlo implica que TODOS queremos y estamos dispuestos a dejar la adicción a vivir tomando atajos, utilizando vivezas y pretendiendo que otros hagan el trabajo por nosotros y sin la moral suficiente, para condenar y rechazar públicamente a quien no viva dentro de cánones donde los valores se impongan y el método de obtener los resultados si importe, a la hora de seleccionar a los lideres y venderles “modelos” a nuestros descendientes.  

¿Realmente queremos cambiar nuestros sistemas electorales? ¿Queremos eliminar la corrupción? ¿Queremos eliminar por innecesarios los controles y el impacto económico que significan no solo por su costo, sino por el beneficio que representan para muchos por su administración?

¿Cuántas personas se benefician de las campañas electorales?  ¿De verdad seguimos apuntándole a la FE de los electores? ¿O, TODOS sabemos, ¿entendemos y aceptamos la adicción al engaño que son las “promesas de campaña” como las llaman pragmáticamente (o cínicamente) algunos de sus actores?

¿Qué hacer?

Me acuerdo de un comediante de la tv venezolana cuyo personaje utilizaba el slogan “ten FE, pero hay que pagar”.

Que no se nos olvide que la cuenta de nuestros actos las debemos pagar nosotros o nuestros descendientes y que se debe sembrar para cosechar. Reforcemos la enseñanza de nuestra historia y retomemos en los pensa desde primaria, la enseñanza de valores y civismo.  

Sembrar para cosechar. Reforzar la enseñanza de nuestra historia, de valores y civismo.  

Álvaro Ramírez
Álvaro Ramírez

Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan.  Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.  


  

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