Un sentido sutil…

Por Manuel Barreto Hernaiz

El Candil. Un sentido sutil. Manuel Barreto Hernaiz

No son tiempos para prolongar esa extraña vocación suicida en lo pertinente a la preservación de lo que hemos alcanzado, que no es poca cosa si consideramos que nuestro adversario – o enemigo, como esa aberrante Nomenklatura nos considera – es la peor fusión de totalitarismo siglo XXI que pudo haberse dado. No es el momento de pasarse a la acera de enfrente, como simples y meros espectadores para criticar, de forma desmedida, y de la manera más cómoda, cualquier modesto o noble intento por renovar y hasta oxigenar las ideas y acciones que aparezcan para los momentos que se nos presentan como ineludible reto.

«…esa aberrante Nomenklatura nos considera su enemigo…»

MBH

En estos delicados momentos, estas realidades que logran fracturar la unidad y conllevan al abatimiento y la sumisión, deben afrontarse con acciones y posturas innovadoras, pues ya parece que el destino nos alcanzó, y no hay espacio para retroceder y la ansiedad, la angustia y el sentir de la ciudadanía, así lo exige.

No cedamos a la división y a la nociva crítica. Es bueno que no pensemos exactamente igual, pero seamos capaces de converger al menos para perseverar en esta cruenta lucha por el rescate de ese país que anhelamos y merecemos. Este es el momento de crecer como sociedad responsable ante los tiempos que la vida nos ha deparado; y luego ya habrá tiempo para el juego político, para presentar los diferentes puntos de vista, para exigir lo que consideramos justo, necesario, y verdaderamente defendible… Pero en su momento.

No aporta nada a la deliberación y resulta fastidioso cualquier argumento que venga con esa cantaleta de sola confrontación con los pares y  que ya la agudeza concentrada en tan noble intención explicativa  y de catarsis ha expuesto hasta la saciedad. 

Si algo ha quedado claro con estos estremecedores vaivenes es que ahora nos encontramos con una sociedad que se mueve con la fuerza de sus convicciones y no con la inercia de las circunstancias. 

Se hace menester repetirlo: romper paradigmas no quiere decir cambiar y seguir arrastrando los mismos vicios, sino romper con las ataduras que nos limitan. Si queremos romper los paradigmas vigentes en nuestro país, tenemos que empezar por cambiar nuestra actitud de una vez por todas y dejar de lado la presunción de imposibilidad ante las realidades que tenemos ante nosotros. Muy pronto será ineludible cambiar estrategias, y sobre todo, romper paradigmas. 

Ya se presenta como impostergable el momento de no ocultar los hechos de hoy con esperanzas de ayer; y evitar que la insatisfacción general por la carencia de logros inmediatos avive aún más la confrontación en el seno del sector democrático, en la búsqueda de culpables o de cabezas adicionales por tumbar. La angustia y la incertidumbre no nos pueden conducir a tales desaciertos, pues no hay más espacio para el error.

Nadie lo niega, la idea de crisis se generaliza en todos los ámbitos. Una vez realizada la necesaria catarsis colectiva por el fastidioso, maluco, chimbo, extenuante, trágico-tramposo, orquestado amañado y cualquier calificativo que se le quiera colocar, pero paso ineludible en la vía hacia la transición, una vez se dejada atrás esa fase que espera una inmediata solución, por el solo  hecho de contar con una mayoritaria ciudadanía indignada pero tan sólo armada con su soberana arrechera, y, en virtud que la incertidumbre se ha convertido en nuestra  única certeza, se hace necesario replantearnos, con un bloque de hielo en la cabeza y un tizón ardiente en el corazón, las vías para retomar tantas veces sea necesario, el sendero libertario. 

Ya se acerca el momento de ponerse de acuerdo -una vez más dirán muchos- para lograr crear un consenso sobre las acciones más pertinentes y  realistas, siempre enmarcadas en la Constitución, que nos conduzcan a la salida de este marasmo – que pasa por la salida del régimen – la reconstrucción del país y sobre todo la indispensabilidad de seleccionar un liderazgo capaz de organizar la lucha que tenemos por delante. 

Una vez le preguntaron a Gandhi, si no sería maravilloso que la bondad fuera tan contagiosa como un resfrío. Y él respondió «¿Quién dijo que no lo es? Cualquier transformación personal es muy contagiosa para los demás.»

Cada uno de nosotros puede mejorar y contagiar ese cambio positivo a su alrededor. Todos nosotros somos semillas, en un país que está transformando su conciencia día a día… y que comienza a ver más allá de lo evidente.

Es fácil ver la cantidad de semillas en una naranja, pero difícil la cantidad de naranjas en una semilla. Aunque no lo veamos a simple vista, tenemos la capacidad de producir un cambio global muy positivo…comenzando por nosotros mismos… «Ver las naranjas» requiere un sentido sutil llamado esperanza…

Valencia, Estado Carabobo, Venezuela

11 de mayo de 2019

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2 comments

  1. Excelente artículo. Ojalá y los que estamos en este lado, nos pongamos el molde de hielo, y después que tengamos el sartén por el mago, actuemos en consecuencia.

  2. Excelente artículo. Ojalá y los que estamos en este lado, nos pongamos el molde de hielo, y después que tengamos el sartén por el mango, actuemos en consecuencia.

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