ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO V – N° 232.-
Últimamente el mundo de la prensa y las plataformas de comunicaciones han estado disfrutando de una cosecha de noticias. Esta semana no ha sido la excepción. Los líderes, como lo indicaba uno de ellos mencionando su apretada agenda de viajes, han estado moviéndose presencial y virtualmente por el mundo, asistiendo a eventos. Todos ellos con la loable intención de obtener avances para la vida de sus continentes, regiones, países, estados, ciudades, veredas o cuadrillas. Eso sí, cada uno como supuesto representante legítimo, que dice interpretar cabalmente las necesidades y deseos de su grande o pequeña comunidad, “actúa” dentro de lo que en el mundo es el mayor orgullo y prédica de todos, una verdadera “Democracia Representativa”. Desde mesas de negociación veredales, hasta cumbres mundiales, financieramente patrocinados por el esfuerzo y dinero de sus “representados”.
Oyendo los discursos de algunos dignatarios en Brasil, en Francia, en Vietnam y en mesas de negociación de diferentes regiones y hasta municipios, no sé por qué, vienen a mi mente, algunas vivencias.
En los albores de la carrera espacial, cuando era un suceso cualquier avance, recuerdo una impresionante fotografía de la tierra, tomada por un astronauta, donde se observaba el globo terráqueo desde la distancia. (aún hoy, son pocos los afortunados que pueden haber tenido esa imagen en vivo). Edgar Mitchell, piloto del módulo lunar de la misión Apollo 14. Su comentario, tuvo que ver con lo increíble que era que, en esa “esfera delicada azul celeste adornada con velos blancos”, la tierra, habitara toda la humanidad cual hogar: “Cuesta más de un momento tomar conciencia que esto es la Tierra… nuestro hogar”.
La fotografía al detenernos a admirarla es impresionante cuando uno la compara con su referencia mental y no se nos hace necesario, haber tenido el privilegio de observarla en vivo desde esa distancia, para reconocer toda la belleza que nos depara. Como nos sucede con la casa que sirve de sede a nuestro hogar, nos acostumbramos a disfrutarla y caemos en cuenta de lo que tenemos, de lo que disfrutamos, cuando alguien desde fuera nos lo resalta.
El planeta tierra, esa nave espacial que habitamos todos, que la imaginamos inmensa, al verla desde la distancia comprendemos lo pequeña que es, en la inmensidad del universo. Lo pequeños que somos quienes la habitamos. Cómo, en menos de uno de sus giros, es posible ir de un punto, al otro exactamente opuesto. También empezamos a entender que, a pesar de que el único insumo externo que tiene es la energía solar, con más de 8000 millones de seres humanos habitándola, se hace indispensable generar normas para su funcionamiento. Ese paraíso terrenal, para ser disfrutado por sus habitantes, requiere normas de convivencia. Organismos donde se ventilen las situaciones comunes, regionales o mundiales y se les busque una solución en caso de problemas.
Nuestro organismo mundial por excelencia es la ONU y especial mención merece la 78° asamblea que se realizó esta semana.
En esta ocasión la “preocupación” de la asamblea estuvo centrada en tópicos de la importancia de Cambio Climático, Guerras, Seguridad y hasta la propia organización, Funcionamiento y Rol de la asamblea.
Interesantes los diferentes discursos de los “representantes” de los países. Como sería de esperar, cada representante en su intervención narró y exaltó los logros de su gestión, en algunos casos con cifras y acciones demostrativas de su buena gestión y aporte a los retadores problemas mundiales y obviamente, su gran preocupación por los “problemas” bajo análisis. Es interesante ver en las sesiones, la “atención” de los asistentes a las intervenciones de sus colegas, ante la crucial situación planteada por algunos de los tópicos mencionados, aparentemente con la buena voluntad y disposición a sumar esfuerzos para buscar solución a los delicados problemas que una asamblea de ese tipo estudia. De todas maneras, en caso de duda, existe y siempre vigilante, el presidente de la sesión que se encarga de llamar la atención y repetir las llamadas “elegantes” al orden, especialmente cuando erróneamente se pudiese interpretar que una parte de los asistentes, a veces numerosa, pretende ignorar a un colega.
Es necesario reconocer que, a pesar de su belleza general, la tierra no es homogénea y los problemas regionales no son iguales, aunque por lo pequeña muchos de ellos tengan impacto en todo el globo. Es decir, cada comunidad aislada no tiene o sufre solo sus problemas, sino también los que afectan a sus vecinos y otras comunidades. Algo así como, utilizando un término de moda, los problemas se han “globalizado”. Mientras fuimos grandes, estos problemas comunes no lo eran tanto. Con el acortamiento de las distancias y la disminución del tamaño de la tierra por los avances tecnológicos, se hizo más importante el impacto de cada región en las vecinas. De allí la importancia creciente de los foros mundiales. Lograr percibir los problemas comunes y trabajar para su solución también “global”.
Darle importancia a la frase del astronauta se convierte en una necesidad.
Los representantes de todo el mundo asistentes a la asamblea de la ONU parecieran haber superado esa dificultad de la visualización del bosque aun estando dentro. Todos están de acuerdo en lo preocupante de algunos problemas, y la necesidad de superarlos “entre todos”, cual gran familia. Están de acuerdo que toda la humanidad debería tener acceso a la educación, a la salud, (Según la OMS más de la mitad de la población, no tiene acceso a servicios de salud), a la alimentación, al agua. Que no debería existir la pobreza y que deberíamos vivir en paz. Pareciera que todos los “representantes legítimos”, aunque no la han visto, se imaginan exitosamente la tierra, a una distancia aun mayor que la que nos mostró el astronauta a todos, desde la luna.
Es, guardadas las distancias, como la mayoría de nosotros puede ver desde un avión la selva virgen 35000 pies de altura: como un hermoso y plácido tapiz verde. No como el escenario de una batalla permanente de seres luchando por sobrevivir.
Pareciera, oyendo algún diagnóstico/sugerencia de un “representante”, mirando la tierra a cientos de miles de kmts. que, para hacerla mejor y convertirla en un plácido paraíso, se necesita cambiar el orden económico mundial y que todos los habitantes vivamos en paz.
Al salir de las declaraciones conjuntas (la visión de la tierra a cientos de miles de kilómetros) y entrar en los discursos y lo que queda de respeto protocolar, es posible extraer algunas frases que parecieran acusaciones. Estas indican que cada país, según su representante, si no está donde quisiera y obteniendo lo que merece, es por culpa de otros. Aunque cada uno de los representantes asegura que su país está haciendo todo lo posible para que, “a nivel mundial”, se solucione la acordada lista de necesidades. Según los discursos de los dignatarios, ellos están haciendo todo lo posible y según sus declaraciones, los habitantes de los países que ellos representan están ansiosos de sumar, entenderse, oír y acordar, para beneficio de todos, para el bien común, casi que como si todos fuésemos una sociedad de filántropos, aportando nuestro esfuerzo voluntariamente para bien de otros.
En esta semana y luego de la 78° asamblea y sus reuniones privadas entre diferentes representantes, es importante tratar de mantener en lo posible un ánimo optimista, considerando que esta asamblea es probablemente el foro de mayor alcance y posibilidad. Allí es donde puede lograrse la mayor suma posible de voluntades, para poder avanzar en los diferentes tópicos, cada vez más críticos, que pudieran empañar la visión de nave espacial paradisíaca desde la distancia. El reto es grande, pero hasta hoy es la mejor opción que tenemos. Probablemente, a pesar de nuestras necesidades inmediatas en cada región, es hora de empezar a disminuir el valor asignado a algunas frases memorables pronunciadas en circunstancias diferentes a las actuales. Si la naturaleza se opone lucharemos contra ella, no puede ser más ejemplo para nuestros pueblos. “Si la naturaleza se opone”, creo que todos podemos como principio, acordar que es un síntoma que nos debe inducir a pensar, que debemos cuidarla y protegerla, o lastimosamente dejará de ser nuestro hogar seguro.
Las inundaciones y desastres naturales con su capacidad de destrucción tienen toda la característica de síntoma preocupante. Tengámoslos en cuenta porque la “globalización” es implacable, positiva o negativamente. De nosotros depende.
Álvaro Ramírez
Ingeniero Industrial con entrenamiento en USA, England, Holland, UCLA, Penn State y Michigan. Gerente de logística de bienes y servicios operaciones y proyectos en Shell de Venezuela, Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), Petroquímica de Venezuela, S.A. (PEQUIVEN), BARIVEN, y Canadian Oíl Company de Colombia. SEO PROCURAMOS, proyectos, consultoría y asesoramiento internacional.