VALORES – ÁLVARO RAMÍREZ – EL CANDIL – AÑO III – N° 149.
En estos días y viajando por algunas carreteras de USA, experimentando un vehículo con prestaciones tecnológicamente nuevas, me sorprendió agradablemente cómo el diseño e implantación de esos avances está basado en conceptos aparentemente universales de “justicia y respeto a los demás” para obtener el bien común.
El funcionamiento de las luces, apoyado en la tecnología producto de la investigación y desarrollo son un ejemplo importante, aunque hay otros. Recuerdo en mis primeros años de conducción cuando para manejar en horas nocturnas, lo que más deseaba un conductor era tener un carro cuyas luces altas no fueran superadas por ningún otro. Cuando algún atrevido osaba mantener las luces altas de frente a otro conductor, el “comportamiento justiciero” era poder encenderle un par de “exploradoras” adicionales para que aprendiera a manejar y no fuera irrespetuoso, aunque en el intento los dos quedaran enceguecidos conduciendo uno frente al otro.
Cuantas cruces habrá en los bordes de nuestras carreteras marcando la presencia de conductores vengadores que pensaron que en su momento contribuían a castigar a un infractor aunque en el intento murieran él y sus acompañantes, por lo general familia. Hoy en día los sensores del vehículo en su posición automática encienden la luz cuando detectan que por la caída de la tarde disminuye la visión y solo ante la ausencia de luz de otro vehículo aproximándose, las luces aumentan su intensidad para iluminar mejor el camino.
También existen señales luminosas y auditivas para evitar que Ud. se atraviese en la línea de conducción de otro vehículo que va a rebasarlo. La señal que le indica que el vehículo frente a Ud. ya arrancó, es otra que llama su atención, en líneas de vehículos en espera. El anuncio de alguien atravesándose en su camino inadvertidamente, cuando Ud. retrocede, le ayuda a evitar arrollamientos y accidentes fatales. Otra facilidad/restricción salvadora que ofrecen los vehículos es poder fijar en el GPS una nueva dirección, solo con el vehículo detenido. Cuando Ud. permanece mucho tiempo conduciendo y con muy pocos parpadeos, lo invita a hacer un alto y descansar.
Últimamente hemos estado oyendo en las noticias la descripción de algunos hechos que pareciera pueden ser comprendidos como mecanismos adecuados de administración de “justicia” para algunos miembros de nuestra sociedad “actuantes”, y por lo menos “aceptables” para otros al interpretarlos bajo diferentes lentes de escrutinio y análisis. Se trata de eventos donde un grupo de personas bajo algún liderazgo, toma “justicia colectiva” para resarcirse de un daño. Por lo general se trata de linchamientos o agresiones colectivas a alguien acusado sumariamente de ser el culpable de algún hecho lamentable, o aparentemente ilegal. Esos linchamientos pueden ser literalmente físicos, o en su honra y reputación profesional. Se ha visto varios casos asociados a eventos de tránsito.
Si pensamos un poco en los fabricantes de vehículos, parece que tratan de hacerlos cada vez más seguros, inclusive en lo posible, a prueba de descuidos o comportamientos arriesgados. El diseño no parece exactamente que esté enfocado a castigar comportamientos indeseables sino a evitar sus potenciales consecuencias. Sin embargo si pensamos en el castigo como aplicación de la justicia y método para evitar que se repitan las desviaciones al orden, estoy seguro que la tecnología desarrollada puede ponerse al servicio de esta concepción “vengadora y formativa”.
Imaginemos que los vehículos detectan leyendo los ojos, al conductor que desea hacerse cargo del vehículo. Confrontando la información directamente desde el vehículo en forma automática, es posible impedir que encienda el motor, si el ocupante tiene alguna cuenta pendiente por mal conducción o delito o si es simplemente un potencial delincuente que trata de robarlo. Limitaciones al vehículo pueden imponerse por conducción impropia sea esta, exceso de velocidad, ebriedad, choque, arrollamiento o cualquier otra, fácilmente detectable con los sensores que ya existen.
Un paso más allá y estoy seguro que la industria automotriz puede poner en práctica en caso de huida, terrorismo o comportamiento criminal, acciones como “volar el vehículo” para evitar victimas adicionales inocentes. ¿Drástico verdad? Pero posible. La tecnología cada vez en nuestras existencias es menos la excusa para no tomar acciones. De hecho la tecnología hace años que va delante de la legislación y concepción de derechos, obligaciones y relaciones entre miembros de la sociedad. ¿Dejamos que los límites de la tecnología y “castigo inmediato” sean los que marquen la “administración de justicia”?
Es cierto que esa administración de justicia en nuestros países no opera a tiempo y por tanto es ineficaz, además de promover entre la población el concepto de “castigo” como supuesta lección para evitar la repetición de las conductas punibles en vez de atacar las causas. ¿Qué confianza puede tener en la justicia y sus actores y administradores, una viuda que invirtió los ahorros de su vida en comprar un apto que en su vejez le produzca la renta de jubilación y se encuentra que en un juzgado demoran años, en “rescatarle” su propiedad de un malviviente que no le paga el alquiler y no se lo devuelve mientras ella no puede pagar su salud o alimentarse? Cientos de casos como este en nuestra sociedad se han hecho “uso y costumbre” hasta en los estratos más altos, por parte de aprovechadores sin que “la justicia” lo tenga aparentemente entre sus prioridades.
¿No es factible que aparezca algún emprendedor tentado a vender la solución de cortar los servicios, volar las cerraduras, aplicar ultrasonido, al aprovechador consuetudinario utilizando mecanismos remotos? ¿No habría muchos clientes potenciales a aplicar esta solución u otras más drásticas al sentirse huérfanos de la justicia?
A pesar de la situación inaceptable, la vía no es adoptar la “solución tecnológica”. No podemos aceptar que el “cómo”, reemplace el “qué” hacer. La justicia eficaz es una materia pendiente en nuestros países.
El problema, nada simple por cierto, es que buena parte de las soluciones no se adoptan o son difíciles de analizar e implantar después de haberse estado vendiendo e imponiendo convenientemente entre los miembros de la sociedad, unos conceptos asociados a la justicia y la interacción, aparentemente sólidos y convenientes pero que ya no soportan mucho escrutinio. Estamos acostumbrados a oír que penas más duras, disminuyen la ocurrencia de delitos.
¿Qué pensarán los traficantes que a pesar de la amenaza de pena de muerte se aventuran a llevar droga al oriente? Estamos acostumbrados a oír que la gente “paga la deuda con la sociedad al cumplir la condena”.
¿Que pensaran tantos huérfanos de accidentes de tránsito causados por ebriedad? Nos dicen que los reclusos no están obligados a producir nada. Solo lo hacen si desean. ¿Qué pensarán los contribuyentes de impuestos cuando conocen el presupuesto de cárceles para mantener reclusos, “pagando su deuda con la sociedad”?
Nos han dicho que la justicia tiene tiempos o plazos que se deben cumplir y después de prescribir no se puede hacer nada para que se obligue a resarcir a la víctima. ¿Será que la ineficiencia de la justicia tiene un renglón presupuestario de origen milagroso para reemplazar infraestructura, o pagar estafas, o desfalcos?
Oyendo algunos lideres centro y suramericanos y sus promesas de campaña y de gobierno creo que podemos acercarnos un poquito a la magnitud del problema que tenemos con la justicia. Una candidata en su posesión como nueva mandataria afirma que recibe un pais quebrado, pero que desde ese mismo día la educación será gratuita y la electricidad también.
Otro mandatario le comunica a su pueblo la buena noticia que ya no hay hiperinflación en su moneda local, que por cierto ya no circula. Ahora la inflación es en divisas. Otro candidato dice que la solución para que alcance el dinero para todos es imprimir más. Otro presidente recién electo, dice que no tiene experiencia y está aprendiendo y deben tenerle paciencia los electores porque está cometiendo errores en el aprendizaje y no sabe cómo elegir a sus “ministros” solo sabe que le parece que son buenos. Una ministra de salud dice que los enfermos asintomáticos de COVID no transmiten la enfermedad y si lo hace son pocos y solo cuando respiran. Antes de infectarse de COVID, otro estadista, muy informador le aclaró a su pueblo que no robar y mentir ayuda a no contagiarse,.
Esos son los lideres electos por nuestros pueblos, y en manos de quienes está corregir la administración de justicia.
El problema a mi entender no es de tecnología, o de conceptos, que se pueden corregir a pesar del tiempo que hace que nos están vendiendo unos errados. El problema es del equipo que debe dedicarse a la tarea de mejorar esa administración de justicia para toda la sociedad. Pareciera que a nuestra sociedad se le olvida que los lideres deben ser los mejores ejemplos de cada especialidad. El líder de los educadores debe ser el mejor educador y maestro, no el que invita a dar un golpe de estado. El líder de los pacifistas debe ser quien ha hecho de su vida un modelo de pacifista, no quien invita a empuñar las armas, quemar y destruir. El líder de los empresarios debe ser el empresario ejemplo y modelo, que invita a motivar y liderar a sus colegas hacia el crecimiento económico para bien de toda su comunidad empresarial, directivos y obreros.
El LIDER de la sociedad honesta trabajadora y comprometida con el respeto a los demás, debe ser el mejor ejemplo de trabajador incansable y cumplidor de la ley y no quien desea tomar atajos, como instrumento para obtener su beneficio personal a costa de los demás.
Y finalmente el líder de los bandidos, debe ser el mejor bandido, el mas eficaz en su actividad, no el honesto y trabajador apegado a los principios de respeto y valores.
Pareciera, por tanto, que el problema es de quien selecciona el equipo: NOSOTROS y nuestro mecanismo de elegir nuestros lideres.
Se nos está olvidando que debemos escoger al mejor representante de lo que practicamos y queremos ser, trabajadores, honestos, cumplidores de nuestras obligaciones y respetuosos de los derechos de los demás. Con este olvido, que ya se está haciendo crónico, se nos están yendo los países y permitiendo el deterioro del nivel de coexistencia de nuestros descendientes, bajo la ineficacia de la justicia, con todos como espectadores y se nos están “VENCIENDO LOS TÉRMINOS” como diría algún leguleyo, interesado en que eso suceda.

Es una buena ocasión la que se presenta en las elecciones generales para presidencias y legislaturas, para exigir que el tema de revisar a fondo la administración de justicia sea de primera línea y las propuestas de cada uno, sometidas al amplio escrutinio publico como elemento decisorio en la elección de esos mandatarios.
BOGOTÁ – COLOMBIA
