JULIO CÉSAR ARREAZA – EL CANDIL – AÑO IV – N° 181.-
La cacareada revolución no fue más que un vil pote de humo que mareó con su cháchara y arremetió contra el Estado, con un entramado de corrupción ilimitada y devastadora que no solo llenó los bolsillos de sus parasitarios capitostes y secuaces, sino que también produjo un daño antropológico al tejido social.
Capturaron y trastocaron las instituciones que dirimían los conflictos recurrentes entre el Estado y la sociedad. De manera criminal, vaciadas de sus fines, sirven para blindar el asalto al tesoro público, reprimir al disidente y anudar el sometimiento y control de la población.
El Estado fallido generó crisis, oscuridad, sufrimiento, migración, suicidios, hambre, miseria, destrucción moral y física, productividad cero, somalización del territorio y entrega de la soberanía. Empobrecimiento acelerado, creciente desigualdad, vidas perdidas y apagadas, desesperación y frustración. Incendiaron el país, privando el chavismo sobre el interés nacional.
No hemos tomado conciencia cabal de las dimensiones de la cancelación de la libertad de expresión e información por la criminal hegemonía comunicacional. Los mensajes alternativos no llegan a amplios sectores de la sociedad.
El Estado comunal se refunda desde las bases destruidas del Estado y elimina la democracia. Fusión del Estado con el Partido Único Socialista consolida la estructura para el dominio total. No hay líderes sino jefes, aunque sean elegidos por 4 personas de una comunidad de 60, los ciudadanos quedan inermes y desplazados.
Ante este panorama sórdido no cabe la opolaboración con su planteamiento fallido de cohabitación, sino una nueva dirección política. El seudolíder solo funciona en el entramado de la corrupción, su acompañamiento acaba con cualquier prestigio forjado y funde en una pluralidad que no representa a nadie.
El líder, a contrapelo del jefe impuesto, prepara el camino a la democracia, con una narrativa ajustada a la verdad y el testimonio de una vida austera y coherente con la misión asumida. Inspira esperanza en medio de la desolación, mirando más allá de los fenómenos. Conecta con la gente, la promueve y no la reduce al interés mezquino de su voto.
La verdad le aporta luces y persevera mediante la comprensión de la realidad en procurar la destrucción de la fuente del mal.
Centrado en la verdad, apartado del fuego fatuo que engaña con felicidades fugaces y caducas, siembra en tiempos oscuros.
Con paciencia y paso firme se mueve entre la borrasca de persecuciones y tribulaciones que venimos soportando y construye el momento para edificar la tierra de gracia con el concurso de todos.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín!
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!