NERVIS NAVA – EL CANDIL – AÑO V – N° 214.-
Psicológicamente, una víctima es quien sufre un daño personalizado por caso fortuito o culpa ajena, mientras que el victimario es quien se disfraza de víctima, consciente o inconscientemente, simulando una agresión y responsabilizando al entorno; también podemos definir que el “victimismo” es la tendencia de un grupo, colectivo o alguien en particular que tiene la tendencia a considerarse víctima, y responsabilizando a otros o al mundo de su sentir, alguien le debe algo y tiene derecho a sentirse víctima.
“Solo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden descubrir lo lejos que pueden llegar”
T.S. Eliot
Una personalidad “victimista” consiste en mantener una tendencia a responsabilizar a otros de un gran cúmulo de alteraciones emocionales, y cubrirse en la compasión ajena, caracterizándose todo ello en una deformación de la realidad, en la que el individuo se interna en su lamento, quedando incapacitado para realizar cualquier autocrítica u autoobservación, siendo la queja su principal actitud.
En el transcurso de nuestras vidas, en algún momento podemos estar más vulnerables ante determinadas situaciones, ciertas personas o simplemente sentirnos víctimas de determinada situación, siendo ello aceptable, normal y temporal. Sin embargo, cuando se convierte en algo crónico, cuando la persona de forma reiterada culpa a los demás de cuanto le ocurre, de las circunstancias que enfrenta, de manera inconsciente se desvincula de su responsabilidad ante sus actos culpabilizando a los demás y al mundo de su situación; convirtiéndose en una persona tóxica para sí mismo y para quienes le rodean.
Estudios psicológicos han demostrado que gran parte de nuestro aprendizaje se ve directamente determinado por la crianza que se recibe, el trato de los adultos, y el entorno social donde vamos desarrollándonos, sin embargo, si algo debemos ir teniendo claro, que en el transcurso de nuestro crecimiento y vía hacia la adultez y madurez emocional y psicológica, es que solo nosotros somos los responsables de todo cuanto nos enfrentamos a vivir, por las decisiones que vamos asumiendo en el camino, porque está demostrado que no son los sucesos que acontecen en nuestro desarrollo, sino la interpretación que le vamos dando, y en la medida que se toma conciencia de ello, se pueden poner los correctivos, y dejar de culpar a los demás, al entorno, y al mundo de nuestros estados emocionales.
“Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo” – M. Gandhi
Cuando se está más pendiente de los demás que de uno mismo, se está olvidando lo realmente importante, YO. No en un sentido egocéntrico, sino en el sentido de que la solución a mis conflictos debe partir de mí, si no, se continuará esperando que la solución venga de los demás, pensando que mis problemas se solucionarán cuando los demás cambien, y realmente el cambio y el bienestar está en uno mismo.
De tal manera que la forma de relacionarse con los otros y con el entorno, desarrolla en algunas personas, una visión pesimista de la vida y ello a su vez genera más consecuencias negativas en su día a día, convirtiéndose en personas tóxicas no solo para sí mismas sino para su entorno; por eso resulta nocivo asumir el papel de víctima o persona herida, e incapaz de solucionar sus problemas.
Está determinado por especialistas que victimizarse es una manera de no reconocer una realidad interna. “No me va bien porque de pequeño no tenía los recursos necesarios para salir adelante” “Mis padres no me dieron el cariño suficiente, no me atendían”, son ejemplos de una persona que se victimiza, cuando lo que la persona realmente debería decir es “trabajaré para superar todo esto”, y de esta manera la persona acepta su realidad y todo aquello cuanto debe hacer para superar sus miedos, crisis y sobresalir.
Actualmente con los nuevos métodos y terapias para superación personal – PNL, ASESORAMIENTO ESPIRITUAL, DESARROLLO PERSONAL- etc., se tienen numerosos recursos para alcanzar objetivos en estos aspectos. Se utiliza la expresión de “el mundo es un pañuelo” para indicar la sorpresa que representa al encontrar una persona de improviso en un lugar inesperado e incluso con una misma persona en diversos lugares, queriendo expresar con ello que el mundo es un lugar más pequeño de lo que realmente se cree.
“Nuestro destino de viaje nunca es un lugar; sino una nueva forma de ver las cosas” – Henry Miller
La realidad es que el mundo no es un pañuelo, el mundo es nuestro espejo, y ello es una teoría y Ley postulada por Yoshinory Noguchi, la cual afirma que el mundo exterior actúa como un espejo, reflejando tanto nuestra luz como nuestra oscuridad, siendo todo un retrato de nuestro mundo interior; y donde se hace referencia al fenómeno de proyección, como un mecanismo por el cual se atribuye a otras personas nuestras virtudes o defectos, incluso las carencias.
Así que esta teoría postula que cuando nos relacionamos con personas con defectos que nos molestan es porque están actuando como un espejo, y así como no nos gusta ver en el espejo si estamos mal peinados, tampoco queremos reconocer que esa persona antipática, se parece a nosotros, y nos está mostrando lo que no queremos aceptar y ver que lo que nos molesta está dentro nuestro.
El origen de esta idea, fue previamente teorizada por el psicoanalista Jacques Lacan, porque a su criterio, la construcción de la personalidad se produce a partir de la captación de una imagen de uno en otro y desde ese criterio se entiende la construcción de las relaciones como un espejo, una proyección de aspectos propios de la personalidad, y los conflictos emocionales vienen a ser una interpretación de los sucesos más no el suceso en sí, lo que nos ha podido afectar.
Existen claves que indican quiénes pueden ser nuestros espejos, entre otras cosas, lo que me molesta de otro, está dentro de mí, y lo que molesta a otro, si me afecta está dentro de mí, y así viceversa, lo que gusta a otro está dentro de mí; así también lo que al otro le molesta y si no me afecta está dentro del otro; de esta manera se entiende la construcción de las relaciones como “un espejo” una proyección de aspectos propios de la personalidad en los demás.
Visto desde esta perspectiva, se entiende que si proyectamos es porque rechazamos algunos aspectos de nosotros mismos y se los adjudicamos a los demás; ¿Qué nos atrae o nos aleja de la personalidad de otra persona?, porque estudios concluyen que lo que nos atrae y adaptamos a determinadas personas son aquellas características que son iguales a las nuestras, o sea nos gustan las personas que son como nosotros; sin embargo, en beneficio de unas relaciones humanas saludables, debemos sanar esas circunstancias y aceptar las diferencias que se tienen porque no todos podemos ver el mundo del mismo color.
“La inteligencia consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica “ – Aristóteles
Así pues, el efecto espejo se basa en los siguientes principios: Todos los defectos ajenos que nos molestan de forma instintiva, los escondemos muy dentro de nosotros mismos, por lo tanto, se debe hacer una introspección y comprobar si, en definitiva, simulamos esos comportamientos en algunas ocasiones. O ciertos comportamientos no nacen de la molestia sino de la envidia; es decir si se siente molestia realmente por una determinada actitud, es porque en el fondo puedes identificar algo de verdad, que quieres negarte.
Pero ¿qué pasa cuando conectamos con alguien y pasado un tiempo descubrimos ciertos aspectos que no nos agradan? La respuesta es que, al igual que hay partes de nuestra imagen que no nos gustan en el espejo, encontramos reflejos de personalidad en el otro que no nos entusiasman. Y es porque las identificamos en nuestra propia personalidad. Aquello que nos desagrada del otro es lo que no nos gusta de nosotros mismos. Es lo que se denomina en psicología, efecto espejo.
Siempre estamos rodeados de espejos y no en todos nos gusta mirarnos, porque el cristal nos devuelve nuestro propio reflejo; y más allá de todo ello, para entender quiénes somos nos miramos en los demás, es como si les pidiéramos prestados temporalmente sus ojos para saber cómo nos ven y construirnos una identidad basándonos en eso. Esta es una conducta que cultivamos desde muy pequeños, que escuchamos con atención a los demás en un esfuerzo por averiguar cosas de nosotros mismos; vamos así digiriendo toda esa información, haciéndola nuestra para convertirla en nuestra propia identidad, y así en cuestión de identidad, los demás son nuestros espejos.
“Nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño” – Mark Twain
Cuando se llega a comprender e interiorizar la Ley del Espejo, automáticamente se transforma la forma de ver la vida , nos damos cuenta que no somos víctimas de nada ni de nadie, solo de nosotros mismos, que la causa de todo aquello que experimentamos y de lo que los demás nos muestran, está dentro de uno mismo, por lo que los problemas se convierten en fuentes de aprendizaje y esas emociones negativas que alguien despierta en nosotros se convierten en el hilo del cual halar cuando se necesita sanar o simplemente para comenzar a permitirnos aquello que no nos estamos permitiendo; y así al comprender los principios de esta “ley”, y comenzar su aplicación se abren las puertas del autoconocimiento personal de par en par.
Es así como se entiende que todo aquello que nos molesta de los demás es algo nuestro que no estamos viendo o no queremos ver y los demás nos están reflejando todo aquello que hemos de sanar, permitir o liberar de nosotros mismos y cuando se hace se sana interiormente y como por arte de magia, tu espejo comienza a reflejar una realidad completamente diferente.; porque te has transformado. HASTA UNA NUEVA OPORTUNIDAD.
“Del sufrimiento emergieron las almas más fuertes, los caracteres sólidos tienen cicatrices”
Khalil Gibran
Nervis Nava
Escritora especializada en investigación y divulgación de temas asociados al desarrollo personal, de autoayuda, virtudes y valores humanos positivos. Venezolana, del estado Zulia, defensora de la libertad, la república, la propiedad privada y el estado de derecho.