JULIO CÉSAR ARREAZA – EL CANDIL – AÑO IV – N° 189.-
El tiempo pasa muy rápido. La dictadura sale definitivamente con la gente, sin evadir nuestro ejercicio ciudadano, abriendo las mentes y corazones a una clara disposición actitudinal para que esto suceda. La vida comporta necesariamente reflexión, esfuerzo y trabajo, demanda el cultivo de un estado de conciencia y comprensión del momento histórico que estamos viviendo. No queremos ser veletas zarandeadas por las olas y llevadas de un lado a otro por el viento de cualquier dominación que lleva engañosamente al error.
Acusamos un daño estructural, estamos intoxicados de mentiras. Con más de 100 emisoras cerradas se reduce espacio a la libertad de expresión. Algo no está funcionando bien en el seno de las familias. Falta educar mucho y comunicar mucho, necesitamos certezas y reglas claras para vivir una vida digna de ser vivida. Necesitamos norte y visión común y por eso debemos dotarnos de una nueva dirección política. La sociedad no puede quedar huérfana de protección política. Los funcionales del sistema entregaron nuestras luchas y no están dispuestos a salirse de sus zonas de confort.
Dignidad y resistencia muestran un lado del destino del venezolano, el estar sufriendo sin haber corrompido nuestra esencia. Aspiramos la democracia porque queremos alternar los gobiernos y sustituir unos gobernantes por otros. Tenemos el derecho de cambiar de rumbo; el derecho de los pueblos de cambiar de gobierno es la regla. Rechazamos las burdas fachadas democráticas que solo sirven para legitimar regímenes autoritarios que no respetan los derechos fundamentales y secuestran las instituciones del Estado para mantener el poder en forma indefinida.
La política debe acompañar a las comunidades que resisten la bazofia comunal que pone estructuras con base a jefaturas y no de liderazgos. Las auténticas organizaciones políticas tienen que estar allí presentes para ayudar a las comunidades a articularse desde adentro para frenar y liberarse del esperpento comunal. Trabajando conjuntamente por el bien común y desarrollando estructura en las comunidades. Cuando nos referimos a las comunidades estamos hablando de vecinos y de solidaridad, esta es la causa por la que la gente no se esté muriendo de hambre en un país que pasa hambre. El camino no se reduce a las redes sociales, el camino es estar en el sitio, el camino es la organización. Resulta el camino más largo, pero el más corto para sacudirnos del ecosistema criminal que nos domina y humilla. La usurpación es tóxica, con récord de violación de los derechos humanos, devastación institucional y emigración provocada.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
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